Apartó el visillo de la ventana de la cocina, para ver quién se acercaba a su casa. Era Conchi, la vecina con una caja en las manos. La pobre, pensó, a ver si ha recibido noticias de Emilio. El susodicho ya hacía varias semanas que había ido por tabaco y desde entonces, no había dado señales de vida. Era raro, porque parecía que el hombre no estaba descontento con Conchi, pero en las cosas de pareja, ¿quién sabe lo que pasa, cuando cierran la puerta?. Cuando sonó el timbre, se secó las manos en el delantal y se dispuso a abrirle a la vecina. Conchi entró con su alegría habitual, dándole un beso en cada mejilla, mientras le llamaba guapa. Venía a pedirle un favorcito. Tu dirás, le respondió y ella le contó que la Policía que estaba investigando la desaparición de su pareja, le había pedido registrar la casa, a ver si encontraban algún indicio que les permitiera averiguar, la causa de la escapada. En la caja, traía los juguetes eróticos que ambos empleaban en sus escarceos horizontales, ya sabes unas bolas chinas y otros chismes picantes. Es que, mujer, me da mucha vergüenza que los policías los encuentren y piensen que somos unos viciosos que están todo el día, dale que te pego. Se aguantó la risa, le dijo que para eso estamos los vecinos y le ofreció, un cafelito. Conchi le dio las gracias, alegó que tenía mucha prisa y se marchó. Cuando cerró la puerta tras de ella, se dijo para sí que la vecina le había salido guarrilla. Sintió la curiosidad de abrir la caja, para ver su contenido, pero rechazó el pensamiento. A ella, tampoco le gustaba que le curiosearan sus cosas. Una semana más tarde, un olor penetrante flotaba en el ambiente de su casa. Buscó debajo de los muebles, por si había alguna rata muerta y nada. El aroma se fue haciendo más intenso y entonces descubrió que procedía de la caja de la vecina. Pensó que con las prisas, a lo mejor no le había dado tiempo de lavar las bolas chinas. Abrió y al quitar el papel de aluminio de la envoltura, la cabeza del vecino, rodó por la alfombra. Cuando la policía se llevaba esposada a Conchi, le gritó: - Menudo pestazo has dejado en mi casa. Conchi le respondió: - Lo siento, yo para no darte problemas, herví la cabeza antes de envasarla. Hazme otro favor, cuida de mis macetas. Mientras, en el ayuntamiento se producía una fuerte bronca, en torno a si el presunto crimen era violencia de género, o no y si había que poner la bandera a media asta y salir a la puerta con la pancarta. A una concejala le oyeron decir: - ¡Algo le haría él…….!

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