Vivía yo, recién casado, en un piso perteneciente a un bloque de reciente construcción. El edificio tenía un aire moderno, para lo habitual en aquel tiempo y disponía de unas amplias terrazas, con buenas vistas. Un día el presidente de la comunidad de vecinos, se dio cuenta que la ropa tendida en las terrazas afeaba el aspecto general de la urbanización. En la siguiente reunión vecinal, propuso la prohibición de tender en aquel espacio. Nadie discutió aquello, que pareció de lo más razonable y la propuesta se aprobó por unanimidad. Nada más volver a casa, tras la reunión, nos dimos cuenta de nuestro error. Aunque disponíamos de una pequeña terraza trasera, una gruesa celosía de hormigón minimizaba el paso de los rayos de sol y el escaso espacio disponible, impedían tender una sábana. El resultado final fue que la gente volvió a tender en la terraza principal y aquí paz y después gloria. Para oprobio de la comunidad quedó el reglamento aprobado y nunca cumplido que no sé yo, si habrá sido derogado.

Algo así, pero a nivel nacional, está pasando con las instrucciones gubernamentales para la vuelta al cole. He seguido con atención y asombro las idas y venidas, las vueltas y revueltas y el desconcierto global de padres, alumnos y profesores, sobre las condiciones en que se va a seguir impartiendo la educación en el país. A la gente con el miedo lógico al contagio del virus, se le incrementa la carga al no saber qué va a pasar en el trabajo, ante la posibilidad cierta de aislamientos y cuarentenas de sus hijos. Cosas tan claramente delimitadas como el absentismo escolar, están siendo cuestionadas por AMPAS en pie de guerra. La obligación de la mascarilla en edades muy tempranas, siembran la duda sobre si realmente, se podrá llevar a cabo, con garantías de éxito. Tengo para mí que, ante la incapacidad de armar un verdadero ejército para enfrentar la guerra contra el virus en los centros educativos, al final acudiremos, como siempre, a la guerra de guerrillas y cada uno resolverá sus problemas, como buenamente pueda. Comprendo que, para los poderes públicos, la organización no es nada fácil, ante un problema que cambia de dimensiones día a día, con giros inesperados y problemas nuevos, pero deben entender que precisamente para resolver los problemas que los ciudadanos no podemos resolver individualmente, los elegimos, los dotamos de medios y los obedecimos cuando decretaron el confinamiento. Sería de agradecer que nos trataran como adultos, dejando los eslóganes como #Salimos más fuertes, para las campañas electorales. ¿Más fuertes?.

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