Vox y Quasimodo

27 de diciembre 2025 - 03:04

Hay gobiernos que caminan hacia el poder con la elegancia del vencedor. Otros lo hacen aferrados al miedo como si fuera un salvavidas. El sanchismo eligió lo segundo. Perdió elecciones una tras otra, pero se mantuvo en el trono gracias a pactos que muchos aún paladean como una derrota maquillada de victoria. No ganó, pero gobernó. Y para justificarlo construyó un monstruo útil: la ultraderecha. Le puso joroba, fauces y un candil oscuro para que la gente temblara al escuchar su nombre. Como el Quasimodo político de Notre Dame. Un ser al que conviene temer sin conocer. El truco funcionó. Vox creció alimentado por el mismo relato que lo demonizaba. La criatura engordó con la tinta que pretendía aniquilarla. Sánchez proclamó que el PP solo podía gobernar en solitario, sin mancharse con Vox, o resignarse al purgatorio. Pactar con ellos era entrar en el infierno. El PSOE convirtió a Abascal en un diablo de manual. Y cada vez que agitaba su cola de tridente, un votante más se acercaba para comprobar si realmente quemaba. La paradoja es evidente: Vox vive en gran parte de la campaña que el sanchismo le ha regalado. Pero un partido no se sostiene sobre la caricatura del adversario. Necesita propósito, relato y la elegancia del que no teme explicarse. La derecha populista habla a gritos porque sabe que si baja la voz tendrá que decir algo más que consignas. ¿Quiere cambiar España o solo incendiarla para ver cómo arde? ¿Piensa seguir mostrando colmillos de vampiro mientras le acusan de devorar niños? Hasta ahora ha dejado que otros escriban su biografía. Mala estrategia para quien aspira a gobernar algo más que titulares. Nadie gobierna con un hombre solo. Pasó con Iglesias, pasa con Yolanda Díaz y pasará con Abascal. El día que él se marche, Vox corre el riesgo de irse por el sumidero como un barco sin mascarón de proa. Los votantes volverán a casa, como hijos pródigos que despiertan del fervor. Cada cual sabrá lo que hace con su fe política. Pero en este país, cuando se derrumba la figura del líder, queda apenas polvo y una silla vacía en el Congreso. España entra en un tiempo donde la propaganda no bastará. Habrá que elegir entre fantasmas y realidades. Entre gritar o pensar. Entre miedo y responsabilidad. Lo demás es ruido, humo y campañas para asustar niños en la noche.

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