Cuando en medio de toda la palabrería hueca con que nos obsequia nuestro presidente del gobierno, respaldado siempre por el comité de expertos que nunca existió, le escuché aquello de la "nueva normalidad", me sonó muy raro. Acudí al diccionario de la RAE. Allí encontré la definición y un ejemplo en cursiva: "Cualidad o condición de normal, Volver a la normalidad". Bueno, pensé, otra tontería más, dicha con la galanura que le caracteriza a aquel que, como Pedro Navaja, posee el "tumbao" que tienen los guapos al caminar, pero al que no le comprarías un coche de segunda mano, ni borracho.

Cuando al inicio de este atípico estío, volvía a mi sitio de veraneo, quise encontrar mis lugares comunes de otros años. Hay una vecina que tiene en su terraza un tendedero pequeño de esos que tienen forma de paraguas. Siempre estaba lleno de tangas de colores, secándose al sol. Era como una explosión de color, en medio de las aburridas toallas de playa, un faro de Alejandría para fetichistas. Mis ojos lo buscaron y ¡ay!, el tendedero estaba lleno de mascarillas recién lavadas. Entonces lo comprendí: esta era la "nueva normalidad" de la que hablaba Pedro Sánchez. Luego me di cuenta de que muchas novedades, podrían incluirse en este concepto. Por ejemplo, he descubierto que lo mismo que los peces respiran por las branquias, hay seres humanos, que respiran por el codo. Por lo menos, ahí llevan la mascarilla.

El mar del que gozamos este verano es el de las contradicciones. Hay que abrir las ventanas y airear las habitaciones, para luchar contra el coronavirus y a la vez, hay que cerrarlas para librarse del mosquito del Nilo. Éramos muchos y parió la abuela. No se preocupen, está todo tan previsto, como la vuelta al cole. Si los padres, a estas alturas, no saben qué va a pasar con sus hijos, se les habla de "grupos burbuja" o "cribaje poblacional" y asunto concluso. Ni se le ocurra hablar de una segunda oleada, pedazo de ignorante, eso ahora es una "transmisión comunitaria". Si alguna vez esto se acaba, los fabricantes de frases sólo podrían encontrar trabajo en IKEA, para ponerle nombre a los muebles escandinavos. El único que sabe aquí lo que pasará en el futuro, es el alcalde de Vigo, Abel Caballero, que ya se ha puesto a la gozosa faena de llenar la ciudad de bombillas de colores, para Navidad. A él, es al que no le funciona la bombilla.

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