Todo mi orgullo de progresista irredento con un puntillo (o puntazo) nietzscheano, que es una forma fina de decir que no distingo magia de religión, me lo como con papas leyendo otro año, más regular que las lluvias, el informe que Cáritas dedica a la distribución de riqueza en nuestra patria amada.

No por sabido es menos inquietante; estadísticamente las clases pudientes no pierden nada en esta crisis de la pandemia, peor que la de la burbuja inmobiliaria, y la economía de los desgraciados se desangra, en breve fisiológicamente también. Le podemos dar la vueltas que quieran, yo lo leo así: el sistema falla y pierde riqueza y para evitarlo exprime y expolia a los débiles que no tienen capacidad de defensa. Ahora adóbenlo con teorías macroeconómicas: hijoputada es un neologismo ad hoc interesante.

Pero lo que en realidad me duele es observar que frente a la incapacidad de hacer políticas que protejan a la mayoría que necesita de todo (incluso educación para poder salir de la miseria peor que es la ignorancia, que te impide hasta saber si tienes hambre...), la caridad se impone como único paliativo de una injusticia inhumana e indigna que no se corresponde con nuestro nivel civilizatorio, cultural y hasta económico.

Es ésta díscola célula redistribuidora de la riqueza dentro del catolicismo, temo que no siempre con la aquiescencia, ayuda y aprobación presupuestaria de la cúpula episcopal, quien hace la foto realista de una sociedad que se encanalla por momentos. Ni son tan claros nuestros partidos en el diagnóstico ni proponen soluciones estructurales dignas que eviten este cáncer de la convivencia, resuelto, más tarde o más temprano, en inestabilidad.

Volver a la caridad ayuda, y así debemos estimarlo, Cáritas hace una labor encomiable sin dudas. Pero volver a la caridad es negar los triunfos de una sociedad equilibrada que, con sus defectos, disponía de un mínimo de dignidad teórica para la ciudadanía votante que elige a sus representantes en el Congreso. El deterioro constante de los servicios sociales, de la Sanidad, de la Educación, las reformas laborales pensadas sin economía productiva de fondo y amparadas en la especulación y el beneficio sempiterno a cualquier precio, nos regolfan a una selva social en la que las cuchillas se afilarán y las cabezas rodarán, pongan las de quienes quieran, porque caerán de todos lados. La aparición del neofascismo disfrazado de libertarismo mentiroso es una señal de esta degradación.

Compasión y simpatía son términos análogos, se trata de hacer común la pasión, el sufrimiento y la dicha. Sólo éste puede ser el camino de la Justicia, lo demás es clasismo y crueldad; la política auténtica está para hacer innecesaria a la caridad. Este informe, en esta era de pertinaz sequía, es la vergüenza de todos... mas ni por ésa nos mojamos.

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