Fantasías

Lo fácil que debería ser vivir y amar, lo difícil que lo hemos hecho todo: odiar y morir

La vida es algo muy sencillo que complicamos hasta el absurdo peor. La fantasía de la anarquía consiste en imaginar cómo seríamos sin la presión del orden social, una vida cuya única complejidad consistiera en satisfacer necesidades y morir acordes con la naturaleza; los ácratas ven ahí el único camino de la felicidad única posible.

He dicho fantasía, como lo son esos rituales mágicos llamados religiones, y si hay una fantasía compleja y bella ésa es el imposible monoteísmo, el judaísmo especialmente; la religión muestra la capacidad del ser humano para llenar de símbolos todo lo que ve y buscar explicaciones a posteriori que se convierten en “realidades” a sus ojos, cuando la mera existencia de un Dios único es contradictoria en sí misma, pues lo creado siempre ha de ser más imperfecto que quien lo crea y eso supone que un Dios perfecto hace cosas imperfectas... Spinoza, expulsado por sus congéneres, se atrevió a escribirlo en su Ética; en España lo habrían matado, todo hay que decirlo.

Comienza la Semana Santa, la fiesta cristiana por excelencia que culmina con la exaltación de la fantasía irrealizable de la resurrección. Y desde la mirada fantasiosa de la acracia veremos a la gente fantasear en masa repitiendo sus rituales y construyendo la ficción de la memoria con la repetición, la comparación, la presencia de los desaparecidos, y, no lo olvidemos por mucho que algunos nos quieran colar fantasías culturalistas, otorgando vida a figuras y cayendo en la plena idolatría, imposible de evitar en todo culto... salvo de boquilla.

No puedo ni siquiera aspirar a la entelequia de la individualidad, pero tampoco puedo evitar ver en esa definición del ser humano como criatura social su corrupción mayor: me pongo roussouniano y tengo la impresión de que el grupo, la sociedad nos hace olvidar cuanto de verdad somos, nos enloquece y la fantasía de la felicidad se convierte en frustración, división y estratificación, la competencia, la clase, el dinero y la aceptación: el triunfo o el fracaso. Lo fácil que debería ser vivir y amar, lo difícil que lo hemos hecho todo: odiar y morir.

Ante esta contradicción de lo simple imposible y lo posible complejo hasta lo paradójico, lo natural y lo social, uno mira el panorama y los acontecimientos de la vida y piensa que hay que pasar lo más discretamente posible y, entonces, repara en que lo está escribiendo en un medio de comunicación para, quizá, miles de personas, constata una nueva contradicción y se eleva en un bucle maravilloso llamado Cultura que va a ningún sitio.

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