Es una visión beatífica. Una señora mayor junto a su marido en la cama y monitorizado por la cruel medicina actual, que nos priva del sueño tranquilo; el día tuerce su luz, que penetra por el ventanal del hospital con ganas de siesta, ella con sonrisa dulce de abuela segura, ya hecha a todo, sencilla, sin ínfulas culturales ni alardes de ornamento: parece representar a esa clase trabajadora que siempre es el rompeolas de todos los experimentos. Infunde compasión en mitad de su dolor.

Mientras tanto, el telediario expone a Ayuso y esos problemillas que tiene en casa, y dice la señora: “Hay que ver cómo persiguen a esta pobre mujer, que no la dejan tranquila”, y sale el presidente Sánchez: “¡A ver si te vas de una vez de vacaciones a Venezuela!”, y como la que no quiere la cosa: “Zapatero ya está allí”. ¿Se puede decir más con menos? Es impresionante cómo cala la burda propaganda del trumpismo mediático, ese nuevo nazismo (Putin es el socio de los ultrarreaccionarios, no lo olviden) ha conseguido meterse en los intersticios de la clase trabajadora, cegada creyéndose el horizonte del turismo, los restaurantes y la supuesta buena vida como algo deseable y conseguible, perdida la consciencia y alienada hasta el extremo de transformarse en ariete a favor de sus propietarios: jugada perfecta. Es la nueva era: si se proponen hacernos entender la separación de bienes en asuntos de corrupción política, nos convencerán de que algunas son dignas de lástima porque no tienen culpa de lo que sus parejas hacen. Esto no ha ocurrido nunca, al revés, y si se puede tumbar a quien no interese no se aplica, lo importante es construir este discurso incluso rebelde: “Yo me meto en la cama de quien quiera”, hemos oído, ¡y a quién coño le importa!, deberíamos contestar, pero no, en nombre de la modernidad apoyaremos a la Inquisición, la era nueva. Guerra, Roldán, los GAL, la Gürtel, el 3% patriótico catalán, yo qué sé, más que un bucle es una realidad de la que no nos libraremos, sólo podemos pedir que las instituciones funcionen. Hasta ahora lo han hecho, pero al ritmo que cambia esta sociedad pastueña y la estupidez se apodera de todo (y por tanto la maldad sin conocimiento), empiezo a temer que el latrocinio institucionalizado sea el nuevo Estado. Las bases de los partidos no deberían trabajar por gobernar sino promover verdaderas revueltas internas que devuelvan a la política sus maquinarias, y no a las estrategias casi siempre delictivas de unos dirigentes profesionalizados entre el poder y la riqueza más cutre. De verdad, usted, militante, ¿no tiene otra función que defender la desvergüenza de quienes dirigen el partido que les representa? Esta mujer sencilla de clase media baja es una víctima peligrosísima porque ya ha sido abducida por este trumpismo activo o de oposición que se extiende como un fantasma por el planeta. “Se ha de vivir apartado”, decían los helenísticos, y uno lo piensa, con el deseo de que le dejaran vivir así...

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios