Ser abuelos

Tengo claro que la prioridad a partir de ahora serán ellos. Ya me toca

Este artículo será mi despedida hasta después del verano. En pocos días llegará a este mundo Quique, nuestro segundo nieto, y nuestro verano va a estar dedicado a los dos pequeños, el que vino en diciembre y el que está por llegar. Una labor esta que nos hace disfrutar como nunca imaginábamos y que casi anula cualquier otro propósito para este verano. Qué mejor ocupación que esa para estos días de relax cuando dejamos atrás otras ocupaciones y el clima invita al descanso, a disfrutar del mar y a charlar en el frescor de la noche, cuando los pequeños duermen.

Hace unos días visitábamos a unos queridos amigos en su casa de la playa del Rinconcillo, una casa pequeña, pero grande en cariño para todos los que la compartimos con ellos en nuestras visitas a esa playa. Sus dos nietos, Álvaro y Carmen, comían con ellos ese día y nosotros acabamos, cómo no, compartiendo la comida con ellos. ¡Cualquiera denegaba la invitación! No cabía una negativa por respuesta. Sentados ya a la mesa, observaba con auténtico placer los gestos de cariño que los dos nietos prodigaban a sus abuelos. Sus miradas divertidas a los comentarios del abuelo, sus respuestas a las demandas de la abuela cuando les ofrecía nuevo menú para el día siguiente, cuando ya llegaban sus padres de un largo viaje por el extranjero -"¡Arroz abuela, haznos arroz, que eso nos gusta a todos!"- sus abrazos al llegar y al despedirse de ellos, su llamada al teléfono del abuelo, a los cinco minutos de salir de la casa, para advertirle que junto a su coche había un gran agujero, para que tuviera cuidado... Cuando se marcharon, les comentábamos mi marido y yo el regalo maravilloso que tenían con estos nietos, a lo que ellos asentían con orgullo y satisfacción. Yo, abuela novata, aspiro a ver algún día esos gestos de cariño en los míos.

Es un estado curioso este de ser abuelos. Es probable que recuerden un artículo anterior que escribí cuando llegó a nuestras vidas César, nuestro primer nieto. Les contaba en él la importancia que tenían los llamados "alelos protectores", esos que según la Ciencia nos predisponen genéticamente a desvivirnos por nuestros nietos.

La llegada de los nietos es lo único que me ha hecho tener claro que mi actividad frenética en Diverciencia tenía que terminar. Será difícil dejar a un lado tantos y tantos proyectos que han sido parte importante de mi vida en estos 16 años. Me meteré en algún que otro lío, lo sé, ya ando metida en un par de ellos… No obstante, tengo claro que la prioridad partir de ahora serán ellos. Ya me toca.

*Dedicado a mis queridos amigos Paco y Ana, maravillosos abuelos.

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