Monticello
Víctor J. Vázquez
S. La quijotesca
Hace ya mucho tiempo que sabemos que la maternidad produce cambios en nuestro sistema cardiovascular, renal, metabólico, hormonal y muscular. Pero, ¿qué pasa con nuestro cerebro? ¿Nos cambia la maternidad? Ante esta pregunta, casi todas responderíamos de manera afirmativa. Mi madre decía siempre que tener un hijo te cambiaba para toda la vida, no había vuelta atrás y no importaba la edad que ese hijo tuviera, siempre estarías pendiente de él. “Un hijo es para siempre”, repetía.
La ciencia nos da la repuesta. Se conocen como matrescencia los cambios que se producen en el cerebro de las mujeres cuando son madres, perdurando algunos durante toda la vida. Hace pocas semanas ha visto la luz un estudio liderado por tres investigadoras, Susana Carmona, María Paternina-Die y Magdalena Martínez, del Hospital Gregorio Marañón de Madrid. Estas neurocientíficas pertenecen al área de investigación Neuromaternal del citado hospital, colaborando también con ellas el proyecto Be mother de la Universidad de Barcelona. Su trabajo Neuroplasticidad de las mujeres durante el embarazo, el nacimiento y el posparto ha sido publicado en la prestigiosa revista Nature Neuroscience y en él profundizan sobre un estudio anterior que se publicó hace ocho años donde ya quedaba demostrado que la gestación reduce la materia gris de varias áreas mejorando la empatía con el hijo. Esta disminución de conexiones cerebrales favorece la interpretación de los estados mentales del hijo y permite anticipar situaciones de peligro en el entorno. Los cambios producidos en el cerebro de las madres han sido investigados por este equipo hasta seis años después del posparto y han observado que continúan.
Me parece muy interesante la aplicabilidad que este estudio puede tener en la salud de la mujer. El que los cambios anatómicos del cerebro de la mujer en el embarazo estén de nuevo al dar a luz puede servir para tratar enfermedades como la depresión posparto, que afecta a una de cada cinco mujeres. Las investigadoras necesitan seguir con el estudio y ampliar la muestra de población sobre la que han trabajado, lo que les permitirá profundizar en sus conclusiones y plantear, por ejemplo, qué ocurre en los segundos embarazos o qué pasa con el cerebro de las madres adoptivas que, aunque no tengan los cambios de la gestación, si pueden tener los que se derivan de la interacción con su bebé.
Según palabras de Susana Carmona, “no es el cerebro que cambia para cuidar. Es la forma en la que ha cambiado la que ha hecho que cuides, y el hecho de que cuides ha hecho que la especie sobreviva tal y como es”.
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