Están de moda los Superhéroes. El Capitán América y sus maravillosos compañeros, han saltado del cómic donde todavía podían excitar la imaginación de los más jóvenes, a la gran pantalla, donde sus hazañas están tan explícitas que no dejan nada que imaginar. Si, son distraídos, pero ¿que quieren que les diga?, no tienen nada que ver con mi héroe favorito, que además existió en carne y hueso. Me refiero al Cid Campeador. Me enteré de su existencia, gracias a un pequeño libro que rodaba por casa, y que novelaba su biografía. Como yo era un lector empedernido, desde mi más tierna infancia y la verdad es que estaba más bien cortito de material de lectura, lo volví a leer un montón de veces, con lo que pronto me familiaricé con Rodrigo y Jimena, Vivar, el destierro, Santa Gadea y el robledal de Corpes. Posteriormente en el cole, el Cid fue elevado a héroe oficial, en los libros de texto, lo que me permitió mirar con suficiencia a mis colegas, porque yo, ya lo conocía. Con la llegada de la película de Anthony Mann, el Cid se hizo tan popular que abundaron los Rodrigos y Jimenas en los bautismos. Tengo un sobrino, llamado Rodrigo, señal inequívoca de que mi hermana, leyó el mismo libro que yo.

Cuando me enteré que Arturo Pérez Reverte, versionaba un trozo de la vida de Mío Cid, en su novela "Sidi", reservé un ejemplar en la tienda virtual y puntualmente, el día de la presentación, me llegó al libro electrónico. No tengan duda, de que lo leí del tirón. Con la magia del escritor, he recuperado al héroe de mi infancia. Eso sí, con sus luces y sombras de mercenario. El autor ha hecho el ejercicio de ponerse en las calzas del Cid y salir al destierro con su mesnada. Hay que agradecerle a Pérez Reverte, el esfuerzo de proporcionarnos el conocimiento de los mimbres, con los que se construyó su liderazgo. Hay también, un trabajo riguroso sobre las armas, armaduras y tácticas de combate, como el "tornafuye". Es curioso que después de la bellaquería que hizo con él el rey Alfonso VI, el Cid siempre le mostró lealtad y reservó su parte en el botín, cosa que exasperaba a la tropa que consideraba que él, podía ser tan rey como el oficial, en un tiempo de numerosos y dispersos reinos. Sus hombres, muchos procedían de Vivar, como Alvar Fáñez, eran capaces de seguirle hasta el mismísimo infierno y el conocía a todos por su nombre, para en batalla animarlos, nombrándolos. Precisamente Alvar Fáñez, fue el que reunió a su gente y lo puso entre la espada y la pared, con un: "¡Condúcenos a la batalla!". Polvo, sudor y hierro, el Cid sigue cabalgando.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios