Qué complicado nos resulta deshacernos del pasado, quizá principalmente sea porque es la excusa perfecta para dejar de centrarnos en el ahora. Si alguien nos propusiese eliminarlo de forma absoluta y vivir por completo en el momento presente pensaríamos que la petición carece de sentido por irrealizable. A todos nos pesa el pasado; resulta dificultoso romper con él. Sin ir más lejos, yo misma lleno este espacio de pasado con mucha frecuencia.

En Relatos de poder, Carlos Castaneda aprende de un maestro la sabiduría del Nagual; un maestro que vive en un mundo muy diferente al nuestro. Éste le dice: "Un día, descubrí que no necesitaba un pasado, así que, como la bebida, lo dejé". El maestro le aseguraba que si pudiese aprender a borrar su historia se vería libre de la carga de los pensamientos de los demás. Y cierto es, y sigo leyendo, que cuando la gente conoce nuestra vida pasada, ejerce cierto control sobre nosotros y si no estamos a la altura de sus expectativas se sienten desilusionados o somos nosotros los que nos desilusionamos porque otros no están a la nuestra. Si nos deshiciésemos de nuestro pasado en este momento, ningún acto realizado tendría que derivar de él. En el libro Un curso de milagros se dice que "volver a nacer es dejar que el pasado se marche y mirar al presente sin condenarlo".

Podré guardar en mi compartimento sagrado lo que fue mío y no impuesto, guardaré todo el dolor que el tiempo y la sabiduría superior convirtió en serena enseñanza; coleccionaré miradas, aquellos poemas que predican la verdad, los más hermosos paisajes… El pasado que no deseo ya guardar es el de las creencias que me han convencido de mis incapacidades y defectos, olvidaré esas reincidentes historias pasadas que después de creerlas desgastadas siguen manteniéndose y que una parte de mí continúa manejando a su antojo; esa parte que ya conozco y desenmascaro para intentar mirar al presente sin culpa.

Cuanto más conectado está uno con el presente descubre una nueva senda que de otra forma no vería y es en él donde se percibe que cualquier situación que suceda son simples o complicadas pruebas. Podríamos pasarnos la vida entera en el mismo nivel repitiendo el mismo comportamiento, intentando comprender la lección que la vida quiere enseñarnos. Quizás el propósito que nos trazamos en el pasado no sea el verdadero y por eso orbitamos sobre un equivocado centro.

Establecer una nueva relación con la realidad, ensancha el horizonte presente.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios