Tierra de palabras

Canción de otoño

El otoño llegó y aquí sus nubes, aquí sus manantiales. Lo que en verdad importa ocurre ante los ojos

Despuntando el frío del baúl rescato calcetines y rebeca. Aireo en la mañana mis sentidos dándome todo su frescor en la cara. Respiro. Nada se movió en el paisaje, solo las tonalidades que cambian transformándolo todo. Sin apresurarme, busco la forma más amable de descifrar lo que alrededor sucede. Otro otoño más y la ropa tendida se ha mojado, el jardín deshabitado muestra un paisaje iluminado por los soles pequeños y jugosos que de los naranjos cuelgan; el otoño que trae aniversarios en un almanaque desgastado por los recuerdos: aquellos días de relámpagos de hielo. En los espejos de agua el cielo se refleja, pisadas que en cascada se deshacen y por la cuesta vagan sin destino… El otoño llegó y aquí sus nubes, aquí sus manantiales. Lo que en verdad importa ocurre ante los ojos; ahora, mejor, no hurgar mucho en la herida porque estoy otoño. Cae la hoja, la rama queda. Detrás del cristal: el color de la lluvia que apenas hace ruido y regenera; dentro, en casa: diluvio de imágenes que pertenecen al ayer y que me mojan. Se evidencia la estación que proclama soltar las hojas muertas, mudar la piel y quedar desnuda. ¿Y el grillo que no suena? El incipiente frío heló su minúscula garganta. El olor a tierra húmeda, la leña está apilada: troncos de alcornoque y pino junto a sus piñas secas sin piñones donde prender el dócil rojo de la llama. Volverán los días absorta ante la danza del fuego de la chimenea, los de la soledad sonora del crepitar de las ramas a la luz de las velas. Llega el olor del membrillo, el color del aguacate, el crujir de la granada. Llega la poda y su quema, el lenguaje del humo y sus señales secretas. Llegan también, como en la vida misma, las despedidas: de la vida al sol de los jazmines, de las hojas del pequeño arce, del fulgor de la buganvilla. Hay que cerrar las ventanas en la noche y a falta de otra piel echarte algo de calor encima. Toca hacer solitarios, crucigramas, estofados de setas, bufandas de lana, calentar las manos con castañas asadas, adormecer la memoria, dejar que todo pase para poder después escribir lo que suceda. Llegó un otoño más con su música de hojas secas. Toca decirle adiós al calor sin miedo al frío y mantener intacta en el interior la hoguera para ponerle una nueva ilusión a cada día.

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