Tengo para mí que el mártir clásico de la navidades que era el pavo, con el que se hacían todo tipo de chistes en esta época festiva, ha sido sustituido por una máquina: el lavavajillas. Hombre el pavo, daba su vida cruentamente a beneficio del buen yantar de la familia, pero si lo pensamos bien, el lavavajillas, pierde una buena parte de su vida útil, en estas fechas, ajetreado constantemente en limpiar vajillas, cristalerías y cuberterías. La cocina, después de las comilonas navideñas, es como un campo de batalla al acabar la contienda. No digamos nada, del frigorífico. Si difícil era encontrar un hueco antes, ahora el colocar los pequeños envases con los restos, se convierte en un diabólico sudoku.

Mi santa que se ha pasado la última semana en "modo Ratatouille", cocinando como una posesa en tres fogones a la vez, descansa en el sofá, agotada pero feliz. Los jóvenes se dedican a esa nueva alquimia que representa, la preparación de los gin-tonics con una sofisticación sin precedentes. Llámenme retrógrado, pero para mí sigue siendo el placer de los placeres, degustar un buen brandy de Jerez, acomodando la palma de la mano a la curva acogedora de una copa adecuada. Este año, se han cantado los villancicos tradicionales con la novedad de uno nuevo, "Tu Scendi Dalle Stelle", que hemos preparado en honor de nuestra familia italiana que este año, nos han acompañado en las celebraciones. Cuando no hace mucho, nos hablaban de la globalización que venía, no nos hacíamos idea de que fuera a llegar, tan pronto. Hoy con un par de hijos que viven y trabajan fuera del país, la familia se ha enriquecido con sus parejas extranjeras y los idiomas distintos, como un moderno Pentecostés, nos unen más de lo que nos separan.

La serenidad no puede ser completa, porque el nieto que parece que lleva en su interior una pila atómica, corre como una centella, encendiendo y apagando luces, abriendo y cerrando puertas y apoderándose de todos los adornos que la abuela colocó, con gran esmero. En medio de todo, siempre aparece una rendija por la que se cuela la nostalgia de los que se fueron y ahora añoramos. Dice una letra flamenca que siempre nos han "cantado", en una noche de juerga, coplas que nos han "matado". Es verdad. Resulta inevitable, al escuchar un determinado villancico, recordar como ella lo cantaba o el gesto al llenar una copa o el brindis, en el momento oportuno. Todo se supera, porque en el fondo la Navidad, es la fiesta de la vida.

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