Cuando no quiero decir, por fortuna y después de mucho trabajarlo, no digo nada. Le perdí el miedo al incómodo silencio que este tipo de situaciones genera y a la inercia de seguir la corriente por la preocupación al qué dirán. Ahora, ante comentarios "coletillas" me quedo callada, aunque hacerles caso omiso pueda convertirme en una pasota maleducada.

Son numerosas las personas que intentan llamar mi atención queriéndome hacer sus cómplices para que asienta que, por ejemplo, el día está asqueroso porque llueve, relampaguea, hace frío, porque la cola del banco va muy lenta… y yo ya no me dejo arrastrar por la corriente. No es difícil caer en el desagrado general que circula por la vida; ya se sabe, un deporte nacional es la queja.

Quizá el cambio de actitud sea porque ahora me merece más respeto la lluvia en sí que un comentario lanzado al aire en su contra mientras subo en el ascensor que me lleva desde el sótano de los aparcamientos hasta la superficie del supermercado en el que habitualmente compro. Si digo "sí" al comentario "qué día más desapacible" o "qué asco de día" (sube el enfado cuando se juntan lluvia y viento), entonces me parece que no he valorado el café humeante de aroma delante de la ventana, el poema leído, el chaparrón calentito de la ducha, las frías gotas en la cara al salir de casa, el mensaje inesperado de alguien a quien amas, el olor a mojado de la tierra, la alegría de mis plantas… Y como el recorrido del ascensor es corto, no me da para rebatirle la queja y explicarle todo lo bueno que el lluvioso día a mí me trajo. Además, también aprendí que ya no es necesario ir dejando pistas. Ahora, sin pudor ninguno, doy los buenos días y esbozo una sonrisa y hago como quien oye llover, nunca mejor dicho. Y ya quien quiera que me llame conformista o antipática; lo único que ando buscando es coherencia.

Cuántas palabras vacías, huérfanas de contenido, decimos por miedo al silencio. No es la lluvia la que hace que el día esté jorobado, es simplemente la excusa perfecta; incluso, no es ni eso: es hablar por hablar sin saber el verdadero poder que al cruzar la boca tienen las palabras.

Ahora resuena "este calor insoportable no es normal". El verano también traerá sus recompensas: más horas de luz, más música en directo, lluvia de estrellas… y calor, como no, que es lo que toca.

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