Estos días, desalojando las estanterías de libros para blanquear el salón, en una de las baldas dedicada a la poesía, encontré una mariposa muerta; no en la parte de novela, ensayo, material de la carrera, diccionarios…no, es en los poemas donde quiso finalizar su delicado vuelo. Aquí la tengo a mi lado, sin conocer nada de ella. Entró sin hacer ruido, como solo saben entrar las mariposas. Inmóvil no sé desde cuánto tiempo, incorrupta, pequeñísima parte de la existencia que en silencio me habla de lo efímero de la vida.

Siendo tan selecta a la hora de elegir su tumba, merece un velatorio que durará lo que yo tarde en escribirle su obituario y después la enterraré con sencillos honores en una maceta con una flor bonita para que su pequeño cuerpo la alimente de más aire y más belleza, o quien sabe si la guarde entre las páginas de dos poemas ya que ese fue su último deseo según puedo deducir de los hechos que ahora acredito. Habrá que elegirlos bien, que la abracen hasta hacerla fina como papel de seda o hasta que otra persona, o yo, volvamos a abrir el libro y nos la encontremos. Y quien sabe si después de mucho, mucho tiempo, alguien que conozca de estas letras que hoy escribo, la encuentre descansando entre las hojas y la trate con sumo respeto y delicadeza como se deben tratar la memoria de las mariposas y la obra de los poetas.

Se conserva en buen estado. Es una mariposa étnica, con los tonos tierra y dibujos de tribu. Las finísimas antenas las tiene entrelazadas y las patitas encogidas, acurrucada para adentrarse como un recién nacido al desconocido sueño de la muerte.

Sinceramente, ahora que la observo bien y que la atención de la emoción primera se desvía a la realidad de la tarde con todo el salón patas arriba y montañas de libros acumuladas en el suelo, ahora que el inesperado encuentro se familiariza conmigo y la venda de la imaginación comienza a caer serena… mirándola con detenimiento parece una polilla. Cómo pudo confundirme tanto. Es quizá por eso que eligiese el estante de la poesía ya que ésta tiene percepciones más allá de los límites mostrándonos los misterios de la propia vida oteados desde otras perspectivas. Ella decidió elegir mi casa y entrar por su ventana, ahora en verano siempre abierta, y justo seleccionó la estantería habitada de poemas; es por todo ello que para mí va a seguir siendo mariposa.

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