Javier llegó a mi vida a finales de febrero. Una llamada de su padre propiciaba nuestra breve y sólida historia. Una personal voz con una educación exquisita solicitaba mi ayuda para su hijo en la materia de Lengua y Literatura. Accedí y a los pocos días un tímido muchacho entraba en casa por primera vez.

Pocas clases pudimos dar presenciales ya que el confinamiento nos separó físicamente. En esas pocas clases me di cuenta de varias cosas de su personalidad: poco hablador, introvertido, pausado, exigente consigo mismo, brillante estudiante y muy educado. Su objetivo era bien claro: mejorar la materia de Lengua y Literatura para alcanzar la máxima nota que le permitiese conseguir matrícula de honor para una beca y lograr en Selectividad la puntuación requerida para hacer una doble carrera de Matemáticas e Informática, ya que en las asignaturas de ciencias es un fuera de serie.

Decidimos seguir los estudios a través de las redes y comenzamos a vernos por la pantalla. Comprobé cómo se adaptaba a esa nueva forma de trabajar sin clases presenciales, atendiendo las numerosas actividades que le iban mandando de las distintas asignaturas mientras nosotros seguíamos con la sintaxis, la elaboración de textos argumentativo y los comentarios de las lecturas obligadas.

En cada encuentro aparecía con el tupé desmelenado en su pequeña leonera, ese espacio privado dentro de la casa familiar. Todo el confinamiento lo pasamos conectados, compartiendo a través de la pantalla y cada vez adquiriendo una mayor confianza que le hacía sentirse más y más cómodo.

Llegaron las notas finales del curso y Javi consiguió su primer objetivo: matrícula de honor y una beca. He de decir que me dio más alegría a mí que a él que seguía intranquilo por el siguiente y definitivo paso que estaba cerca y que era la prueba de Selectividad.

Mientras, continuábamos charlando sobre las conversaciones filosóficas de Iturrioz con su sobrino Andrés Hurtado, protagonista de "El árbol de la ciencia" de Pío Baroja; o averiguábamos cuál era la oración subordinada que dependía de una principal; o desgranábamos las palabras en lexemas y morfemas… y un sinfín de cosas más que tejían entre nosotros unos hilos de complicidad muy luminosos que no se romperán, aunque ahora se hayan terminado nuestras clases.

El martes comenzó los exámenes que ya finalizaron; ahora solo queda esperar los resultados.

Se va a Granada. Pisará las calles que de estudiante yo pisé y le devolverá a la ciudad un poco de mí que él ya lleva dentro.

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