Uno de los autores que más han influido en mi formación intelectual, es el filósofo José Ortega y Gasset. En la juventud temprana, cayó en mis mano su obra "La rebelión de las masas". El libro editado en 1929, era una recopilación de los artículos que el autor había publicado en el diario El Sol. Su prosa diáfana y consistente me encandiló, brindándome de camino, el acceso a un género literario, el ensayo, al que me aficioné desde entonces. El otro día, leí una frase de Ortega que demuestra la vigencia de su pensamiento: " Es deprimente espectáculo ver a los peores, revolviéndose frenéticamente en contra de los mejores". ¿Les recuerda a ustedes, alguna situación actual?.

Uno de los mayores defectos que nos dejó la Dictadura, fue el desprecio por la política y los políticos. Durante la transición, con unos partidos incipientes con necesidad de militantes, se incrustaron en los aparatos toda suerte de advenedizos, algunos con auténtica vocación por la res pública y una gran mayoría buscando medrar. Ello unido al poco rigor en la selección de los cuadros dirigentes, hizo que pronto se hicieran añicos los filtros del antiguo régimen y se diera carta de naturaleza en la Universidad a los PNN, a tal punto que hubo que desgajar asignaturas y crear nuevas universidades para dar cabida a todos. Otro tanto pasó con la Justicia en las que se admitieron jueces en un turno de algo tan etéreo, como el reconocido prestigio. A partir de entonces, hizo fortuna aquello de que para asumir una responsabilidad, no hacía falta saber de lo que se trataba, bastaba con saber "gestionar". El funcionario por oposición fue postergado por el cargo a dedo y se quitaron los controles, por ejemplo de Administración Local, para allanar el campo. De aquellos polvos, vinieron estos lodos. ¿ A quién le pudo extrañar el saqueo de las Cajas de Ahorros y la ola de corrupción generalizada?. En paralelo, la sociedad civil y las empresas españolas en el mundo, ocupan un lugar de privilegio, haciendo un AVE en el desierto de Arabia, construyendo la ampliación del Canal de Panamá, abriendo tienda en las principales calles de las grandes urbes, vendiendo frutas y verduras a toda Europa y recibiendo millones de turistas. Si analizas los dirigentes empresariales y los pones en comparación con los dirigentes políticos, se te caen los palos del sombrajo. A lo mejor es que en el sector privado con las decisiones te juegas el pescuezo, mientras que el verbo dimitir no tiene conjugación, en lo público. Hasta que no seamos capaces de deshacernos de la capa de mediocridad que nos asfixia y exigir a los partidos que elijan gente formada y le den la preparación política adecuada, seguiremos chapoteando en el fondo, mascullando la maldición de Mío Cid: "Dios que buen vasallo, si tuviera buen señor".

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