Tierra de palabras

Contrastes

Todo lo que cuento pertenece a lo que podríamos llamar la normalidad estival

La semana ha trascurrido serena, resguardada, a buen puerto de las inclemencias, sin apariencia extrema de sentirme a la deriva. Las cositas del diario realizadas, con la intrínseca alegría de poderme mover de un sitio a otro pisando tierra firme y sintiéndome aceptada en el lugar en el que decidí hacerme sedentaria y crear mi familia.

El trabajo, una bendición que me reporta satisfacción y economía, que me da para vivir dignamente. Las mañanas, con mis pies calzados de arriba abajo y de abajo a arriba, las tardes de ocio y descanso y las noches durmiendo en mi cama. En los ratos libres: desconexión, jardín, lectura, siesta… Las salidas culturales, bien interesantes: una obra de teatro clásico del dramaturgo Zorrilla en el patio de la Casa de la Cultura a modo de corral de comedias; también, un concierto de Jazz de un virtuoso quinteto de la mano de Rizoma y Alcultura; cada una en su estilo, una auténtica delicia donde pasar un rato al fresco en noches tan calurosas.

Todo esto que te cuento pertenece a lo que podríamos llamar la normalidad de los días estivales en los que todavía no llegaron las vacaciones. Y aunque pudiese parecer de lo más sencillo, la cuestión es que se vuelve extraordinario porque mientras me levantaba, desayunaba, me aseaba, trabajaba, descansaba, me encontraba de alguna u otra forma con el arte y dormía… y así un día tras otro y otro y otro… que sin darte cuenta se pasan volando… mientras tanto, un grupo de niños, mujeres y hombres viajaban a la deriva en una solidaria embarcación sin que ningún mandatario dé un golpe en la mesa y los atienda para llevarlos de una vez al resguardo de un puerto seguro y se acabe ya la pesadilla.

Tantos intereses flotando en el ambiente mientras ellos flotan en la barca, mareados, con la incertidumbre del futuro y con una historia nada fácil a sus espaldas que les habrán hecho llegar hasta la situación que ahora se encuentran. Solo bajan los "afortunados" que presentan malestar y precisan tratamiento médico. Parece que no entienden que las enfermedades del alma son más graves incluso que las de la carne, pero como nadie antes vio nada, como tenemos la capacidad de mirar a otro lado mientras los derechos humanos se lapidan en nombre del poder económico que los alimenta…

Están a menos de un kilómetro de la costa prevaleciendo más los ajustes de intereses que sus vidas. Mientras tecleo, todavía siguen a la deriva.

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