T ENGO un amigo que me manda batiburrillos a través del teléfono y gracias a ello me siento más informada. Con una clara inclinación ideológica mezcla artículos, vídeos, fotografía, humor, música y poesía. A través de su contacto me abro a una visión del mundo y por qué no decirlo, al de su propio mundo. A nivel político se nota que es activista, a nivel musical: un melancólico; a nivel poético, empeñado en difundir voces de la comarca; a nivel humor: mordaz. No suelo dejar de leer la poesía ni los artículos que los domingos me envía de García Montero y que comparto con mi alumno más veterano.

Si no fuese por él, mi información sería mucho más escasa y aunque su vehemencia ideológica sesgue la realidad, me doy por satisfecha porque la mayoría de los asuntos que propaga desde el púlpito de la red social desde donde me los manda, me interesan. Si quiero saber otras versiones, también conozco los caminos.

El jueves envió una foto que despertó mí curiosidad. En la puerta de un bar un vinilo en blanco y negro representando la silueta de un hombre con un libro en las manos, leyendo. En la solapa del libro, dos fechas: 1979-2019. Al lado escrito: "En memoria a Carlos Prieto". En un principio, si soy sincera, no reconozco ni la silueta ni el apellido. Lo único de lo que me informa la foto es que ya forma parte de nuestra memoria. Busco y amplío la información. Una vez que veo el titular digital de este periódico es cuando me salpica el alcance de la noticia. Vuelvo a la foto, y ahora sí que lo asocio a su persona. No recordaba su apellido, siempre lo conocí como Carlos "el de El libro técnico", supongo que será porque los libros eran, refiriéndonos a él, un importante referente, casi tanto como el apellido, teniendo en cuenta la dedicación y la entrega que durante cuarenta años les ha profesado. Él mismo lo decía: "Los libros son mi vida".

Allá por el 2017 destacaba el cierre de tantas librerías teniendo la comarca tan buenos escritores citando a un grupo de ellos. Yo me quedaré con dos poetas de los que nombra: Sergio Berrocal, delicado orfebre de lo preciso y José Luis Tobalina, poeta crucial y verdadero… "que mantienen el fuego sagrado del libro".

Me reconfortaba encontrármelo porque sé que cuando me miraba, en mí encontraba la mirada de mi hermano, su cómplice guardián de libros.

De nuevo huérfanos.

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