Recuerdo cuando mi madre me llevaba a entrenar a las instalaciones de la Ciudad Deportiva, allá por 1999. Cómo vivía ella la ilusión que sentía yo y cuánto de importante era su apoyo, en momentos donde el fútbol femenino era practicado, según la grada, por mujeres que debían estar en casa fregando platos.

Eso no mermó mis ganas de seguir luchando, no tanto por la sociedad, sino por el simple hecho de amar a este deporte. Porque quizás, mi relación con el fútbol llegase mucho antes de aquella época, puede que, mucho antes de nacer.

Mi padre fue quien me trasladó su pasión por el deporte rey y, sin apenas darme cuenta, se convirtió en parte esencial de mis cimientos. En imborrables recuerdos que pasean por mi cabeza como una película de cine.

Soy seguidora del Real Madrid y, cada año, voy a ver un partido al Santiago Bernabéu. Mi primera vez en el coliseo blanco fue en 2005, con mi madre como acompañante y con una saga de estrellas sobre el césped: los Zidane, Ronaldo, Roberto Carlos, Beckham, Casillas, Guti… El Madrid ganó el partido, pero la imagen de ese día fue la cara de mi madre, llena de amor, disfrutando por mí, como cuando me llevaba a entrenar años atrás.

Después de esa vez, he visitado el estadio merengue en varias ocasiones, pero este año, por caprichos del destino, he disfrutado en directo del partido que dio el alirón al equipo blanco: Real Madrid-Español, el 30 de abril de 2022.

No sé si sería capaz de explicar lo que viví. Ochenta mil almas al unísono, con el mismo objetivo y con infinitas ganas de entrar en la historia del equipo más laureado del último siglo. Brutal.

En un despiste de la humanidad y con las emociones a flor de piel, el tiempo decidió pararse para rememorar la mirada de mi madre, diecisiete años antes. En el mismo escenario, la misma quimera, pero con diferentes personajes. Fui capaz de sentirla como si estuviese a mi lado. De entender lo que aquel día querían transmitirme sus ojos verdes. Quizás estuvieran vaticinando que, un día lejano, cuando me sintiese preparada, volvería a disfrutar de verdad en este estadio. Y debo decir que lo conseguí.

Festejar un título liguero en directo, no se da todos los días. Pero si tuviera que elegir, diría que el partido de mi vida fue el del 3 de diciembre de 2005. Aquel encuentro marcó el inicio de un camino repleto de valores y crecimiento, que me han llevado a ser quien soy. Mi mamá murió un día después de ver cumplido mi sueño de pisar el Santiago Bernabéu, el 4 de diciembre de 2005, y sé que, allá donde esté, fue la que movió los hilos para que yo, este año, gozase con la liga número 35 del Real Madrid. Para que la celebración se alargase hasta el día siguiente, que, casualmente, era el Día de la Madre.

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