Decía D. Francisco de Quevedo (quizás la más afilada de las plumas españolas) que: "Todos los que parecen estúpidos lo son y, además, también lo son la mitad de los que no lo parecen". A la vista de los acontecimientos, y a pesar de los 400 años transcurridos, la reflexión no solo no ha perdido vigencia sino que puede incluso haberse quedado corta dado el alelamiento generalizado que padece la sociedad española. No de otra forma sino mediante la necedad de la ciudadanía pueden entenderse las distintas varas de medir que los políticos emplean según su conveniencia. España, por ejemplo, tiene a gala su inflexibilidad (casi inquisitorial) con todos aquellos asuntos que atañen a lo que suele denominarse "corrección política", esto es, evitar el lenguaje o el comportamiento que pudiera entenderse como excluyente, marginador o insultante para determinados grupos (especialmente los definidos por el sexo o la raza). Así, y a pesar de que con su uso se le propina una patada letal a la economía lingüística y la concordancia gramatical, es habitual escuchar y leer a próceres, políticos y -lo que es peor- comunicadores empleando el desdoblamiento de palabras y repudiando el masculino genérico hasta el punto de convertir un discurso -ya de natural poco atractivo- en farragoso, soporífero y prácticamente ininteligible. De la misma manera, se considera un pecado nefando contra lo políticamente correcto llamar a las cosas por su nombre. Se prefieren eufemismos que disfracen la realidad para volverla más agradable en apariencia y así la benemérita 'Asociación Protectora de Subnormales' evolucionó hacia la de 'Discapacitados Intelectuales' (por mor de la supuesta carga ofensiva de 'subnormal' que irónicamente antes había servido de sustituto para unos términos en teoría aun más peyorativos como 'oligofrénico' o 'cretino'). Quevedo, que tan bien calados tenía a los españoles, también nos ilustró sobre esta suerte de lenguaje disimulado: "Por hipocresía llaman al negro, moreno; trato a la usura; a la putería, casa; al barbero, sastre de barbas y al mozo de mulas, gentilhombre del camino". Sin embargo, este rigor (casi calvinista) respecto a la corrección política contrasta con la manga ancha que se tiene respecto al ultrajante comportamiento de algunos diputados y senadores en las cámaras donde supuestamente reside la soberanía popular. Hemos visto como los representantes de varios partidos (más proclives a reventar la nación que a buscar su prosperidad) acudieron a la solemne sesión inaugural de la presente legislatura ataviados como para ir a un picnic y mofándose de la Constitución al expresar su acatamiento con formulas vejatorias que ofenden a todos los españoles… excepto a las presidentas de ambas Cámaras (cuyos oídos seguramente sí se escandalizarían p. ej. con la palabra 'maricón'). Mientras gentuza de esa calaña se pueda sentar en los escaños del Parlamento, España solo será un país de atrezo.

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