Observo algún que otro error que, a mi parecer, se ha producido en la interpretación que se ha hecho del tema que Bizarrap lanzó el miércoles junto a Shakira. El primero lo protagoniza el alboroto creado por un cementerio de elefantes que no comprende el género musical en el que se enmarca la canción. Un género en el que se han integrado las mujeres para decir, sin insinuaciones ni sugestiones, "soy la puta ama y te jodes" y que los hombres llevamos tiempo dominando para dejar claro que somos más guapos, follamos mejor y tenemos la polla más grande que el tipo por el que nos han dejado. Escuece menos que lo cante él que que lo haga ella. Clínicamente probado.

Duele que te dejen. Duele más que te dejen por otro o por otra, y el dolor, cuando lo encierra uno para sí mismo, altera las células y genera cáncer. Por tanto, hay que sacarlo. El escritor lo hace de manera más o menos lírica sobre el papel, al igual que la carnicera lo libera cortando el solomillo como si fuera leña, el camarero escupiendo en el café de algún cliente hijo de puta y la artista, porque puede, en forma de hit mundial.

Shakira lanza un mensaje poderosísimo a la mujer, como lo hicieron otras muchas cantantes antes que ella: estar enfadada y resentida es lícito, voy a publicar un tema que huya de la melancolía de la ruptura, te hice inmortal una vez cantándote "mira qué cosa bonita, qué boca más redondita, me gusta esa barbita" y ahora te haré eterno llamándote imbécil.

Pero la licitación del despecho femenino, en este caso particular -aquí la segunda interpretación errónea de la canción-, no conduce al empoderamiento. Porque quienes apoyan este mensaje demuestran que la sororidad, lejos de ser universal, es un club clandestino al que solo se puede acceder mediante un mensaje cifrado. Si te lías con mi chico, yo soy un Rolex y tú un Casio. Aplaudidme, hermanas.

No, el empoderamiento femenino se anula cuando se degrada a otra mujer cuya mayor indefensión es, en estas circunstancias, el anonimato y cuya mayor responsabilidad no fue en su día más allá que la de -vaya por Dios- ponerle el pene erecto a Piqué. Porque, si centramos el debate en una cuestión de género, lejos de lo que se pueda creer, cuando un trapero se vanagloria de su virilidad frente al tercero en discordia, el oyente de bien, más que al putoamismo, tiende a pensar en la disfunción eréctil.

Y en cuanto al legado, el último error de interpretación del tema: aunque parece olvidarse que la equivocación es un derecho del ser humano, la peor herencia que puede dejarse a unos hijos es la deslealtad, no una canción que los chavales empiezan ya a bailar en TikTok.

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