Ya están aquí las denominadas oposiciones light, en andaluz oposiciones regalás o shollo. En inglés se nos presenta todo menos directo y grosero, y oposiciones light suena a yogur sin azúcar, pan integral y Seagrams 0,0%, algo bueno para la fisiología humana pero que traiciona su objetivo primigenio. El yogur y el pan no fueron creados para los pasados de kilos, y para tomarte un Seagrams 0,0 pídete un agüita, pisha. De la misma manera, se presupone que en la dificultad de las oposiciones radicaba el hecho de edificar una Función Pública competente, pero las light ayudan ahora a adelgazar hasta que no quede más que el pellejo de la ignorancia en ella.

El caso es que ja son aquí y en casa están que trinan. Varias especializaciones han disminuido en más de 30 bloques sus temarios, en algunas basta con un 3,5 para aprobar el examen tipo test y en otras, en el temidísimo oral, se pueden sacar más bolas y hacer quinielas como las que se echan los viernes a última hora en la Administración de Loterías. Ello, para combatir la gerontocracia del sistema, que en menos de 10 años perderá el 50% de su plantilla. Y como casi todo lo que se aborda tarde, acaba abordándose mal.

Hace tres meses, cuando PISA le dio el sopapo al modelo educativo español, Pedro Sánchez anunció un plan de refuerzo en Matemáticas y comprensión lectora para los estudiantes no sin edulcorar sus palabras con ese excesivo paternalismo que caracteriza al Gobierno: “Es relevante que seamos conscientes de que, pese al esfuerzo de nuestro alumnado, también de los maestros y de las familias, hay asignaturas que son duras de roer para nuestros jóvenes”. Hoy, al chavalín que se echa impenitentemente al onanismo y al adolescente granujiento de pelo graso hay que decirle: ‘No te preocupes, cariño, que no lo has hecho mal, lo has hecho menos bien”.

Pedro Simón rescató en una de sus columnas una frase de la pedagoga Inger Enkvist: “La Ilustración abolió las ventajas por nacimiento de los nobles para decir que solo debía contar el mérito del individuo. Ahora se ha ido más lejos. En vez de criticar los privilegios de la aristocracia se ha instalado un tabú que impide criticar la ignorancia de los ignorantes”. Hoy la meritocracia suena a carca, a empresario opresor, y, como me dijo Pedro García Cuartango en una entrevista, la cultura del esfuerzo se ha erigido en algo reaccionario y que está mal visto. Las oposiciones light han llegado para terminar de cincelar la estatua del facilismo, del miedo a herir la sensibilidad de un chaval que conocerá la frustración cuando le salgan las primeras canas. A mí con las oposiciones light me pasa lo que con los yogures sin azúcar o el Burgo de Arias, que vaya puto asco.

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