España es un país en el que Óscar Puente y Miguel Ángel Rodríguez deciden cosas. Ambos provienen de la escuela matona de los que no conocen más inteligencia que la de la verborrea y los puños. Uno usa su gran popularidad en Twitter, como Hébert utilizaba Le Père Duchesne para difamar a María Antonieta, para epatar con boutades ridículas y amenazar a quien le venga en gana; otro tiene un grupo de WhatsApp con periodistas que se han olvidado de la deontología del oficio para esputar mentiras que los profesionales compran reverenciales.

Puente justifica una machistada contra Ayuso diciendo que un medio de comunicación contó un día que su madre arañó a una compañera suya por no apoyarlo en una asamblea del PSOE en 2003. Es la ley del talión, tan cancerígena en política pero tan dictada en nuestros días. El ministrísimo de Transportes llena las autovías y líneas ferroviarias españolas de excrementos, y coloca trampas en el asfalto para que la “fachosfera” se mate y piedras en las vías que hagan descarrilar el tren del respeto y el decoro. Manda callar a periodistas que le recuerdan que es ministro de todos los ciudadanos con la chulería y la displicencia de a quien en casa jamás le enseñaron a dar las gracias y decir por favor.

Miguel Ángel Rodríguez trata de ser más sibilino, pero gusta tanto de avisar de que te va a romper las piernas de manera tan vulgar que acaba por desenmascararse. No conoce más formas que las de Luca Brasi y no concibe la política despojada de mamporros. Aznar lo echó porque se pasó de matón y Ayuso lo recuperó porque necesitaba a uno. A una periodista la amenaza con triturar su medio, el mismo al que pertenecen los informadores a los que acusa de asaltar la casa de la presidenta de la Comunidad de Madrid con pasamontañas. Filtra un bulo a tribunos del Gobierno regional para señalar a dos profesionales de El País que, dice, estaban acosando a menores de edad a las puertas del domicilio de Ayuso para sonsacar información. Y todas esas barbaridades las hace porque piensa que vivimos en una sociedad idiota. ¿Vivimos en una sociedad idiota?

Óscar Puente y Miguel Ángel Rodríguez cumplen una función fundamental para que otros se perpetúen en el poder, pero alimentan la fuente de la que emana el agua del cainismo español y representan una manera de ejercer el poder tabernaria, de barra de zinc y escupitajo en el suelo. Son la encarnación misma de las vivísimas dos Españas, de una degradación política que va camino de convertirse en estructural. Uno tampoco pide que emulen las Catilinarias de Cicerón, pero sí que se esfuercen, aunque sea un poco, en que nos den la menor vergüenza posible.

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