Una de las cuestiones que respecto a la evolución de la epidemia del COVID-19 nos preguntamos con cierto desconcierto es por qué en Asia han logrado contenerla mucho mejor que Europa. La respuesta más verosímil, según el filósofo surcoreano Chul Han, es que los países asiáticos (China, Japón, Corea del Sur, Hong Kong, Taiwán o Singapur) tienen una mentalidad autoritaria que les viene de su tradición cultural. Las personas son más obedientes que en Europa y no desconfían del Estado. Durante las crisis, el autoritarismo se convierte en una virtud ya que, los ciudadanos aceptan medidas coercitivas que van desde la reclusión domiciliaria al toque de queda y a la toma de las calles por las fuerzas de orden y el ejército. La peculiar docilidad de los asiáticos permite que, al contrario que en occidente, ese tipo de disposiciones coactivas sean apenas necesarias ya que les basta con los sistemas de vigilancia digital para defenderse del coronavirus, al punto de que podría decirse que la epidemia la han frenado, tanto o más que médicos y virólogos, los informáticos y los especialistas en macrodatos.

Paradójicamente, la cultura de la privacidad y la libertad individual que existe en Europa les resta eficiencia para detener la transmisión del virus, de tal forma que es el argumento de la protección de la población, la manera en que la epidemia está legitimando -y normalizando- herramientas de vigilancia masiva en países que hasta ahora las habían rechazado. En España desde el momento en que el Gobierno ha conseguido que la población pase casi sin solución de continuidad del reírse del virus (muchedumbres reunidas en acontecimientos deportivos, lúdicos o reivindicativos), a manifestar un miedo cerval al contagio, se han dado las circunstancias idóneas para poder manipular a la gente a su antojo.

La propaganda gubernamental ha convertido al virus en un "enemigo", lo que les da pie a acudir a la retorica militar para transmitirnos sus consignas: "Desde las trincheras libramos una encarnizada batalla contra el virus, juntos le venceremos". El conjunto de la ciudadanía ha aceptado, sin cuestionamiento alguno, el confinamiento que nos ha impuesto este frívolo Gobierno para enmendar su desastrosa gestión de la crisis. La infantilizada reacción de la gente aplaudiendo al personal sanitario (al mismo que sin duda despellejarán en cuanto se normalice la situación y tengan demora en la obtención de una cita) y cantando a coro el Resistiré del Dúo Dinámico, deja entrever que no son conscientes del riesgo de que el virus sirva de coartada para impulsar políticas que recorten la libertad de pensamiento. En el siglo XVI, Montesquieu ya dijo con gran clarividencia que, en tiempos de locura gregaria, la libertad individual es la más preciosa de las esencias.

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