Con la venia

Fernando Santiago

fdosantiago@prensacadiz.org

No es un domingo cualquiera

Aveces los días pasan con lentitud, sin que ocurra nada. Sale el sol, se pone, y otro día más. Nada que contar. Las cosas de costumbre en la ciudad de las tres cés del Cádiz profundo. Pueden ser días hermosos, como tantos en la ciudad. A veces con levante y otras con un sol radiante de primavera pero no hay nada que referir. Salimos en los informativos nacionales si el alcalde dice alguna ocurrencia o si se lía parda en una boda, pero por lo demás, sin novedad. La vida transcurre con normalidad: la gente saca a sus perritos a pasear, el vecino va a comprar el pan, alguno que otro que todavía compra el periódico. A partir de la una se llenan las terrazas, si hay cruceros en el muelles se ven los guiris con la cara colorá y las calzonas como si fueran una chirigota de Juan Carlos Aragón. Lo normal en Cádiz. Un domingo cualquiera se juntan de repente un montón de cosas y no sabemos dónde atender por falta de costumbre. Hoy mismo. En el muelle, la despedida del Juan Sebastián de Elcano, que acaba de cumplir 90 años e inicia un nuevo crucero de instrucción con sus marineros, sus guardiamarinas, su "¡Larga trinquete!" y un montón de barquitos que salen a la bahía para despedirlo convocados por los Kennedy, como muchas veces, salvo que hoy es Carnaval Chiquito y las calles estarán llenas de coplas, de lo más genuino e irreverente, lo más interesante de la fiesta. Por si fuera poco hay acto de Pedro Sánchez, ese muchacho que pensó que iba a cambar al PSOE y a España y que se pegó tal castañazo primero en las urnas y luego frente a los suyos que todavía no se ha repuesto del todo. Hoy llegará disfrazado para la ocasión de icono de la izquierda transformadora, disfrazado del "no es no" y de víctima de un golpe palaciego auspiciado por la archienemiga, Su Susanísima Majestad Reina de las Marismas. Carnaval, política, marinería. Todo junto y mezclado. Como cuando en Cádiz se hablaban 20 idiomas y se despachaban mercancías a medio mundo. Cuando hace 300 años en sus calles y en sus muelles se medía el futuro del comercio. Igual una chirigota canta en el Palacio de Congresos, Pedro Sánchez se viste de guardiamarina o hace de Manué en la chirigota de Sevilla, que tanto da. Algunos darían algo por meter al líder socialista en la sentina y que cuando el buque llegase a alta mar lo pasaran por la quilla. Mientras tanto el silbato de órdenes se mezcla con el pito de caña y Cádiz vive un domingo especial.

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