Se ha convertido en costumbre, y más en época veraniega, que los residentes habituales de las ciudades denominadas "turísticas", vean su vida alterada por el fuerte impacto que les supone el compulsivo disfrute vacacional de sus visitantes, especialmente en horario nocturno. Se produce un conflicto entre el supuesto derecho de los veraneantes a pasárselo bien y el necesario de los vecinos al sueño y al descanso. En teoría, debían ser las autoridades las que velaran por obtener el complicado equilibrio que contentase a todos, pero ante lo peliagudo del asunto generalmente optan por plegarse a los deseos del sector de la industria de la noche (patrocinadora de actividades de tan escasos gastos como pingües ganancias), mucho más poderoso que cualquier cabreada asociación de vecinos. El camino empleado para no chafarles el negocio a los empresarios de la noche es el de ignorar las numerosas normativas reguladoras que existen respecto al ruido y el alboroto (España, junto a Italia, es el país que más leyes tiene y menos se cumplen) y así hacen la vista gorda al descarado acaparamiento de los espacios públicos que efectúan los "amos de la noche" y su ingente legión de seguidores. La consecuencia es una alteración crónica del orden público por parte de gentes que hacen de las calles una extensión natural de los locales nocturnos con una falta total de respeto a los habitantes que, ilusos ellos, pretenden aprovechar las noches para descansar; gentes que además llenan de inmundicias aceras y portales al convertirlos en letrinas a cielo abierto y a medida que la noche avanza, hordas de juerguistas bajo la influencia del alcohol y otras sustancias euforizantes, van transformando nuestros apacibles municipios en ciudades sin ley donde la violencia y las drogas van de la mano, tornándose normales conductas delictivas como robos, peleas y violaciones. Las reglas de convivencia se ven superadas por la reticencia de las autoridades a poner coto a tanto desmadre por temor a soliviantar a un segmento de la población artificialmente encumbrado en razón de un ilusorio "culto a la juventud". Cuando en la mañana camino al trabajo me cruzo con grupos de figuras espectrales baqueteadas por los excesos del jolgorio , recuerdo algunos versos del famoso soneto que Lope de Vega dedicó a la ambigüedad de la noche: "Noche fabricadora de embelecos, / loca, imaginativa, quimerista, / que muestras al que en ti su bien conquista, / los montes llanos y los mares secos; / habitadora de celebros huecos, / mecánica, filósofa, alquimista, / encubridora vil, lince sin vista, / espantadiza de tus mismos ecos…

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