Sí, solomiyo. No se trata del solomillo, pieza de carne, con forma cónica que se encuentra en la zona lumbar debajo del lomo, entre las costillas inferiores y la columna vertebral.

El aula es una pequeña sociedad, con componentes muy distintos, y entre ellos tenemos también solomiyo. Es ese alumnado que cree que es el único de la clase, que todo tiene que ir a su ritmo; piensa él y su familia que son de altas capacidades. No le gusta los exámenes con libros abierto, ni las tareas sorpresas. Las preguntas abiertas no las comprende, y no soporta los trabajos en equipo. Proyectos cooperativos ¿para qué? La práctica deportiva no le va, o solo le gustan las individuales y si es bueno en el fútbol, coge el balón y no lo suelta ni para marcar un gol. Son los solo-mi-yo del mundo educativo.

Cuando les demuestras que existen en el aula alumnos diez que no sacan diez en los exámenes; que todos tienen altas capacidades en cosas distintas; que las notas en Primaria son números secundarios; que lo importante son los valores, las habilidades, sobre todo las sociales; que se piensa para actuar, se estudia para aprender y no para aprobar; que el ser es más importante que el saber; poco a poco disfrutarán del aula y de la tribu que la forma.

Con los solomiyo del aula disfruto, es mi profesión y por ella me pagan. De los que me cuido son de los solomiyo ya creciditos.

En la cultural los tenemos de distintos tipos: escritores, pintores, cantantes, actores, etc. Poco peligrosos, incluso decoran la vida social de nuestros pueblos. Se auto editan tres libros y ya se sienten Cervantes. A parte de su ego, son agradables y pintorescos.

Los que no soporto son los solomiyo del movimiento ciudadano. Son pocos, pero, como auténticos solomiyo, están en todas las asociaciones que hagan un poquito de ruido, ya que a ellos les alimenta el sonido, sobre todo el de sus propias palabras. Son los que les gustaría tener una convocatoria todas las semanas en la calle, una concentración mensual, y una manifestación en cada trimestre. Ellos portarán la pancarta y su sola persona representará por lo menos a siete entidades, por supuesto, siete entidades en las que él es el portavoz y en las que se conoce a poco más de una docena de miembros. Son partidarios de crear plataformas, pero no para el diálogo con otros, sino para dar solemnidad a sus monólogos. Son los que no soportan el crecimiento, el triunfo o el homenaje de otras entidades sociales. En ellos se mezclan el ser usuario, profesional y voluntariado. Se definen como políticos, pero nada partidistas. No son partidistas porque no se ponen de acuerdo con otros veinticuatro para sacar una lista electoral.

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