Muchas veces he reflexionado acerca de una conversación que tuve hace unos años en torno a un círculo de músicos y artistas en Miami. Decía algo así: "Si triunfas en Estados Unidos, serás un modelo a seguir. Si lo haces en España, serás un enemigo a abatir". De esto hace tiempo, pero creo que el fondo del mensaje no ha cambiado prácticamente en nada. Viene esta reflexión al hilo de una noticia de ayer acerca del supuestamente "decepcionante" concierto de Rosalía en Sevilla, que poco o nada tenía que ver con la realidad. Al menos con la que yo vi y sentí in situ, porque allí estaba quien escribe, sudando la gota gorda. Lo vi con mis propios ojos y sentí vibrar el suelo bajo mis pies.

No soy fan de Rosalía, ni me sé sus canciones, ni chillo como una posesa cuando sale a escena con su casco fluorescente, pero sé valorar el talento, el coraje, la disciplina y la capacidad artística cuando se me pone por delante. Me zampé más de hora y media de concierto a los casi cuarenta grados que aún a las diez de la noche marcaba el OIímpico de la Cartuja, al igual que las miles y miles de almas que rugían con cada canción de la artista.

No sé cómo pudo aguantar físicamente el envite de un concierto que defendió sola vocalmente de manera impecable y bailando a la vez que las ocho fieras que llevaba por cuerpo de baile. Tocó todos los palos musicalmente hablando: desde el coreano, pasando por la balada, su forma de entender el flamenco, la capoeira y hasta el latino… Se le apagó todo -sonido e imágenes- nada más arrancar durante unos segundos. Sí, al igual que a otros artistas en conciertos anteriores en el mismo recinto. Pero, crucificarla por ello es, sencillamente, injusto. Se dejó la piel a tiras y sudó la camiseta, la suya y la de un fan, con uñas y dientes.

A las puertas del concierto, una señora despechada decía que la artista no se había entregado lo suficiente y que no se había cambiado de vestuario en todo el espectáculo. Será que no vio bien la bata de cola de diez metros que tuvieron que sacar al escenario entre ocho personas. Se llama envidia y es insana. Tener talento y triunfar es uno de los siete pecados capitales en este país. Más aún si te coge por delante uno de los cientos de críticos aburridos que ya caricaturizó perfectamente nuestro querido Selu en su chirigota Los enteraos. Esos que en muchas ocasiones no hacen prácticamente nada, más que criticar y despedazar cuanto brilla a su alrededor. Baile y cante a la vez sólo durante cinco minutos a cuarenta grados, a ver cuánto aguanta sin desmayarse. Y luego, piense un poco, antes de lanzarse a destrozar una carrera. Moto Mami…

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