Yo tengo unos palillos con cintas colorás. Como cantaba, María la Canastera, ¿saben? yo también tengo unos palillos. No tienen cintas colorás, pero tienen dentro de sí un secreto que hace que cuando suenan en medio de una feria, como la de Sevilla, se hace un silencio ¿Y saben por qué se hace el silencio? Porque ellos conectan con la tradición, con los sonidos que nos llevan a nuestras raíces y nuestros ancestros, porque suenan a casa, a hogar y a esa Andalucía profunda, que tanto ha dado a nuestro acervo cultural y de la que no citaré nombres, porque no daría esta columna. Esa Andalucía de la que -por desgracia- algunos han hecho y siguen haciendo escarnio hoy. Se ve que se aburren. Esos que van de desarrollados y de listos, seguramente mucho más que los que nacimos de Despeñaperros para abajo. La ignorancia es lo que tiene, que suele crecer cual mala hierba debajo del felpudo del que no limpia la puerta de su casa. Ahí lo dejo.

Yo tengo unos palillos y con ellos convoco a todos mis ancestros cada vez que los saco de su fundita de lana, para hablar de mi historia, de mis vivencias, de mis sonidos, de mi pasado, de mis padres, de mis abuelos. Gente trabajadora, honrada y sencilla. Casi ná. Llevan esos palillos grabados en sus ecos, los ecos de mi acento, del acento andaluz, del que se come las vocales, porque sabe ahorrar. Pero, no para llenar la hucha, sino para compartir el pan con el vecino si hace falta. Porque venimos de patios, de geranios, de pasos de palio, de Cristos y mantillas y de Rocíos, sí. Le pese a quien le pese.

Llevan esos palillos en su castañeteo el dulce tañido de las bailarinas de la Gades romana, esas "puellae gaditanae" que nada sabían -seguro- de política, ni de nacionalismos, ni de odio. Esas muchachas que bailaban con sus crótalos, porque la danza las eligió para celebrar su eterno sacramento. Y que cimbreaban sus cinturas con el mismo vaivén de las olas de una tierra bañada de luz y de sal, en la que la alegría se regala por kilos y no se vende por cuartos.

Yo tengo unos palillos que, cuando hablan, cantan la historia de un pueblo y cuando bailo con ellos me soplan al oído zarabandas y chaconas y escarramanes y sevillanas de todos los tiempos.

Yo tengo unos palillos que me hacen volar con quiebros que llaman a la memoria de todos los boleros que emergen de los cuadros de manolas y toreros.

En tiempos en los que hay que pedir perdón prácticamente por todo, ustedes comprendan que Andalucía es mi tierra y que aquí se habla en andaluz, se vive en andaluz y se trabaja en andaluz. Porque ¿saben?, como dice Ecos del Rocío: "Yo soy del sur y tienen que comprender que mis costumbres son esas y no las quiero perder". Un respeto.

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