Pedir a un pedagogo que dé consejos educativos es como asesorarse para hacer un puente con físicos cuánticos. Sí, lo que digan es correcto desde todos los puntos de vista pero inútil, porque en un aula se juega siempre con la realidad no fragmentada, no intra-atómica sino con vidas reales y a veces con tragedias terroríficas, o con familias fabulosas que se implican sin contrapartidas y generosamente.

Separar las funciones del cerebro para su estudio es una necesidad pero el profesorado trabaja globalmente. El conocimiento sobre psicología evolutiva, neurociencias, psiquiatría y la pedagogía consecuente vale tanto como estar al día de la política, las preocupaciones sociales, las novedades tecnológicas o las digresiones sobre el comportamiento sexual.

Para un colegio o un instituto las funciones del cerebro son un todo interrelacionado que se condiciona a sí mismo, por lo que la memoria, las emociones, la empatía, o las vicisitudes del lóbulo frontal y las responsabilidades individuales a lo largo de ese período de formación, son una, todo vale.

No hay conocimiento sin memoria, no hay memoria sin conocimiento. Para pensar necesitamos aprender datos o nuestros pensamientos serán huevos hueros. El lenguaje y el pensamiento están intrínsecamente vinculados, la complejidad de ambos es lo mismo. No se enseña a leer lo que gusta porque eso sólo construye a un ideal consumidor de libros, comprador. En un colegio se enseña con la mirada puesta en Góngora, en Pérez Galdós, en JRJ, en Chirbes o Conget, no para una estadística que pruebe que se lee. Eso no sirve para una sociedad democrática, esto es, crítica.

Las leyes educativas sólo deberían tener un propósito: propiciar las mejores condiciones para que el acto de enseñar y aprender sólo pueda ser óptimo. Eso es ratio en las aulas, eso son medios requeridos por la docencia y no enviados a mansalva, eso es optatividad real y autonomía de los centros verdadera, eso es Inspección al servicio del profesorado y no al revés, eso es determinar por consenso qué debe saber en general la ciudadanía del Estado y orientar sobre métodos pedagógicos pero sin prescribir, eso es formar técnicamente a la docencia al máximo nivel porque sólo un profesorado de élite puede conseguir tener un objetivo formador global para sus discentes, eso es fomentar una carrera profesional respetuosa con ese trabajo.

Los pedagogos cuánticos aportan pero no son para esto. Porque al final manejar un grupo de adolescentes es cuestión de autoridad, y sólo hay tres versiones: ordeno y mando, soporto vejaciones y callo, o enseño y paso un buen rato con la chavalería. Elijan para sus descendientes.

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