Pidiéndoles disculpas de antemano por la autorreferencia, tengo que decirles que, en general, me considero una buena persona. Respetuoso con los demás, incapaz de hacer daño intencionadamente a nadie y dispuesto a ayudar, si se dan las circunstancias, a cualquiera que me lo pida sin reparar en raza, religión o ideario. Sin embargo, no deja de sorprenderme el hecho de que, acorde con la progresía imperante y sus directrices para hacernos ciudadanos ejemplares, yo fui educado justo de la peor manera posible para lograr que se desarrollaran en mi los sentimientos de igualdad, fraternidad y bonhomía que ellos tan a menudo pregonan. Tenía, por tanto, todas las papeletas posibles para no llegar a ser un buen ciudadano (al menos, de izquierdas). Tengo que confesarles que yo, como todos los de mi pandilla, era de los que aplaudía a rabiar en el cine cuando el séptimo de caballería acudía a toque de corneta para salvar a los colonos del ataque de los indios y aún nos quedaban fuerzas (tras el bocadillo de chocolate que nos llevábamos a los programas dobles) para ovacionar en "Amanecer zulú" a la raquítica guarnición inglesa que hacía frente a millares de negros armados con lanzas, al punto de que, para no desperdiciar su escasa munición, el coronel les ordenaba: "no disparéis hasta que no veáis el blanco de sus ojos". Según los parámetros actuales mis lecturas tampoco eran demasiado edificantes. Me inicié en los tebeos con personajes no precisamente ejemplares como: "Bartolo as de los vagos" (alérgico al trabajo), "Zipi y Zape" (los revoltosos gemelos), "Angelito" (un bebe con una malaleche impresionante), Eustaquio Morcillón y Babalí (un obeso cazador blanco y su ayudante un torpe negrito miedoso), "La familia Churumbel" (caricatura de una prole de gitanos dedicados a la ratería) o "13 Rue del Percebe" (una moderna representación del patio de Monipodio con los diferentes pisos ocupados por ladrones, estafadores e incluso maltratadores de animales). En mi adolescencia pasé al "Capitán Trueno" (entusiasta guerrero español frente al Islam) y a las "Hazañas Bélicas" (unas historietas no precisamente pacifistas). Crecí viendo en televisión anuncios de tan dudoso gusto como el del perfume "Busco a Jacq´s" y conviviendo en peluquerías y talleres con los almanaques de "Pirelli" y para acabar de "estropearme" mi padre me aficionó a los toros e intentó que me convirtiese en cazador. Con estos antecedentes y según la moderna pedagogía yo tendría que haber salido intolerante, racista, machista y cruel con los animales porque -y este es el quid de la cuestión- según estos gurús contemporáneos somos imitadores de lo que vemos, unos simios apenas evolucionados que requieren de adoctrinamiento ideológico para comportarnos de manera políticamente correcta. Mi suerte y la de los de mi generación es que en vez de adoctrinarnos nos instruyeron y eso nos permitió alcanzar algo que aterroriza a los políticos actuales y de lo que carecen las nuevas generaciones: el pensamiento crítico.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios