Real Balompédica - UCAM Murcia | La crónica

La Balona desafina (0-2)

  • El conjunto de La Línea, amorfo e incapaz, enlaza su segundo revés en casa

  • Víctor Olmo indulta al UCAM, que se pone por delante poco después en una carambola

  • Con el marcador en contra los de casa se atoran y juegan a lo que quiere su rival

  • El público se enfada con los cambios de Mere, ya muy al final

Santi Jara forcejea con Víctor Mena

Santi Jara forcejea con Víctor Mena / Jorge del Águila

Segunda derrota en casa de una Real Balompédica que después de tocar techo ante el Sevilla Atlético parece haberse gripado (y sin parece). A diferencia de lo que sucedió tras el contestado revés frente al Estepona no hubo bronca final. Entre otras muchas cosas porque un buen grupo de aficionados había abandonado el estadio justo después del 0-2 para llegar a tiempo a ver el Real Madrid. En el Ciudad de La Línea lo que retumbó esta vez fue ese silencio que está preñado de resignación y que tan mal sabe. Ese sigilo que delata que la gente empieza a asumir que esta Balona está montada en una montaña rusa y que le hinca el diente a los de arriba porque exponen, pero que en cuanto se ve por detrás y le toca agarrar el partido... ahí se le ven todas las vergüenzas, que son muchas.

Ganó -con indiscutible merecimiento- el UCAM, que no lo había hecho como visitante en toda la temporada. Los murcianos se marchan a la zona alta y dejan a los albinegros un pasito por delante de la promoción. Y lo que es más relevante, después de dos derrotas sin ofrecer nada o casi nada a su hinchada, con su gente otra vez desencantada y haciéndose muchas preguntas. Y buscando culpables. Situaciones que no suelen conducir a nada bueno.

Qué verdad entraña eso de que el fútbol es un deporte de momentos. Eso de que cada partidos tiene mil mini-partidos, mil historias. La sensación de que la Balona fue un equipo amorfo que anida en todos los balonos después de la derrota ante el UCAM Murcia es justa, muy justa. Pero este deporte es tan generoso, tanto, que hasta le brindó la oportunidad de haber cambiado el curso de los acontecimientos.

El primer tiempo fue, a ratos, un correcalles. Los universitarios eran mejores y llegaban con más frecuencia al área, pero la Balompédica la tenía en sus apariciones. En los minutos 18, 21 y 23 el UCAM tuvo tres ocasiones de esas por las que merece la pena descapuchar el boli para dejar reseña. Pero no entraron. Y justo al borde de la media hora se hizo presente la Balona, hasta entonces desaparecida de medio campo hacia adelante. Casi siempre (y sin casi) conducida por Santi Jara, porque Dani Santafé no era capaz de asumir su rol.

Hubo una ocasión en la que fue decretado un fuera de juego muy dudoso mientras los locales reclamaban penalti sobre Aridane Santana. Un segundo remate de cabeza a la parte alta del larguero. Y la ocasión. En el 35'. Santi Jara la puso con un guante, Fran Carbià (protegido con un llamativo gorro) cabeceó donde hace daño. Salvó Zorro como buenamente pudo y Víctor Olmo se encontró lo que en el argot se denomina “se la pusieron botando”. Pues ni por esas. El jerezano, él sabrá cómo, lanzó alto con todo el marco a favor. Ahí estaba el partido. Igual no hubiese sido ni justo, pero con el marcador a favor (que le pregunten al Marbella y al Sevilla Atlético) la Balona es otro equipo.

Lo de que en esa acción estuvo el partido no es un decir. Es que aún andaban los aficionados llevándose las manos a la cabeza cuando llegó el 0-1. La demostración de que cuando las cosas no están, pues no están. Y esta Balona no está. Ródenas remató en una postura casi acrobática un córner. El balón se fue al palo y de allí enfiló al siempre fiable Facundo Ackerman, que en su intento de sujetarlo, acabó por mandarlo dentro de su marco.

A partir de ahí el que más y el que menos ya sabía lo que se venía. A la Balona, salvando el día que se encontró con los cachorros del Cádiz, eso de navegar contra corriente le va como al Titanic hacerlo entre icebergs.

La segunda parte fue una oda a la ineptitud. No es tanto un problema de implicación sino de incapacidad mental para gestionar una situación adversa. No hay líderes. Gente que diga “dámela a mí que yo os saco de esto”. Se jugó justo como quiso el UCAM, que echó mano de eso que ahora se llama el otro fútbol y que, curiosamente, está en el origen mismo del balompié. Paró el juego, lo hizo espeso, inmasticable. La Balompédica se estrelló en esta trampa tan bien tejida: se comportó como un equipo plano, que se limitaba a esperar para ser ajusticiado.

Mere tardó en hacer cambios. Que es una forma de asumir (o quien sabe si de mandar un mensaje a más altas instancias) que no cuenta en el banquillo con futbolistas capaces de encender un partido que haya derivado al punto muerto. Y así fue, con las sustituciones no sucedió nada, Desesperantemente nada.

El míster tomó la decisión en el 80' de prescindir de Santi Jara. Ovación (merecidísima) para el futbolista. Pitos para el entrenador. Dicen los que saben de esto que a los buenos hay que tenerlos en el césped mientras se mantengan de pie porque pueden encontrar la solución en una chispa. En el 85' entró Morcillo para jugar con tres centrales. Y la bronca creció. Seguro, segurísimo, que Mere tiene una explicación para todo eso. Ya se sabe que los entrenadores son como el amor: que tienen razones que la razón (del resto de los seres humanos) no entiende.

El árbitro, de manera justificada entre otras cosas porque el meta visitante había tenido que ser relevado, concedió nueve esperanzadores minutos de prolongación. Pero solo sirvió para que, como sucedió ante el Estepona, llegase el 0-2, con el equipo de casa ya desarbolado. Deshecho.

El partido, como el de hace una semana en Vélez, deja un vacío enorme. Otra vez la sensación de que el año se va a hacer inacabable. De que las cinco jornadas sin perder y la racha de imbatibilidad de Facu Ackerman fueron un espejismo. De que esta Segunda RFEF no entiende de galones ni de historia. Entiende de otras muchas cosas que la Balona no está sabiendo gestionar. Cuatro derrotas en trece jornadas así lo atestiguan.

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