Real Balompédica Linense - CD Estepona FS | La crónica

La Balona provoca un motín en su hinchada (0-2)

  • Los albinegros enlazan, ante el Estepona, su segunda derrota y la grada se rebela

  • Andrés Roldán, Mere y los futbolistas, objetivos de las críticas tras el primer revés en casa

  • La afición despide al conjunto visitante con unos hirientes aplausos de impotencia

Los aficionados de la Balona increpan a Morcillo cuando abandaba el césped

Los aficionados de la Balona increpan a Morcillo cuando abandaba el césped / Erasmo Fenoy

La Real Balompédica naufraga hasta los puestos de descenso del grupo IV de la Segunda Federación después de hilvanar, ante el CD Estepona FS, su segunda derrota. El conjunto costasoleño pasará a la historia como el primero que logró ganar en el Ciudad de La Línea, que sigue esperando  que los suyos le den una satisfacción. Los de La Línea regalaron los primeros 55 minutos, reaccionaron solo cuando tuvieron el marcador en contra y desaprovecharon varias ocasiones clarísimas. Más tarde regalaron el 0-2 en el último suspiro para enervar más aún a una hinchada que ya no aguanta más y que estalló tras el pitido final. Y estalló contra el propietario, Andrés Roldán, a quien -ante la ausencia del director deportivo Alberto Achirica- el estadio, culpó de todos los males.

La Balona es un inacabable manual de deficiencias. La mayor parte del tiempo ni sabe ni quiere. Y cuando despierta, más por invitación del rival que por decisión propia, muestra un nivel de incapacidad ante el marco contrario que más que preocupar, sonroja. Tres goles en 540 minutos no son producto de una casualidad, sino más bien una estadística que roza lo ridículo. Cinco jornadas sin ganar (las últimas dos selladas con derrotas), tampoco son fruto del azar.

Existe un consenso generalizado. Ya nadie debate que esta plantilla está mal confeccionada. No solo por los que están sobre el césped, sino porque llegaron demasiados jugadores tarde y pendientes de mejorar físicamente. Y da la sensación de que cuando vengan a conseguirlo ya no habrá más objetivo que la permanencia. Estaban avisados tras el empate con el Betis Deportivo: el efecto del nuevo estadio pasaría pronto. Pero es que los albinegros han acelerado ese proceso todo lo que estaba en su mano. Ya merecieron perder frente al Águilas. Y esta vez, sencillamente, sucedió.

El primer tiempo fue largo, muy largo. Pero no como los del Benabéu. Fue tan extenso porque se atragantaba ver un fútbol sin ideas, sin profundidad, sin ocasiones. Un fútbol hueco, amorfo. Con un centro del campo que no provoca más sensación que el vacío absoluto. No es que el Estepona hiciese precisamente una exhibición en esa primera mitad, pero se despedía que estaba haciendo su partido. Que sabía lo que quería.

Ocasiones, lo que se dice ocasiones, no hubo ni una antes del descanso. Los jugadores se fueron al intermedio con 0-0 porque el fútbol no permite los marcadores negativos. Los de casa, por cierto, empezaron a escuchar los primeros pitos, que se repitieron a su vuelta del vestidor.

En la caseta del Estepona debió de producirse una especie de conjunra. Los costasoleños habían olido la sangre, palpaban que el rival estaba temblando, inseguro, y fueron a por él. Nada más comenzar Manu Viana lo intentó con un magnífico disparo que resolvió bien Rodri Gea. Fue el último momento de gloria del guardavallas, que debutaba como titular. Pero no por su culpa.

En el 54' la Balona se comió literalmente una jugada ensayada. Viana sacó un córner, peinó Rubén Mesa y anotó Robin Lafarge a una cuarta del marco. Que también tiene narices que el que eche sal en la herida de esta Balona en proceso de descomposición sea un exalgecirista.

Mere -consciente de que el tiempo corre en su contra porque el fútbol no entiende de currículums sino de resultados- sacó a todos los medio/sanos que tenía en el banquillo. A muchos de los que igual les gustaría poner en el once, pero no les da. Aridane Santana, Santi Jara y Dani Santafé le dieron, siquiera por un rato otro aire al equipo.

Reacción y ocasiones malogradas

Durante un cuarto de hora largo (ni un minuto más) y más por orgullo que por juego hubo algo fútbol, frescura, pasión... y ocasiones. Pero oportunidades de esas que es complicado explicarse cómo no se transforman. También es cierto que el Estepona no es que diese un paso atrás, es que se batió en retirada. Si los balonos llegan a acertar con el marco la que le que cae a Ángel Rodríguez es pequeña.

Las más claras de todas esas opciones de gol las tuvo Chema Moreno y además en menos de dos minutos. En la primera un centro de Miguel Cera lo dejó pasar Fran Carbià y el centrodelantero se encontró solo, en el segundo palo. Con tiempo y con todo el favor. Colocó el cuerpo y el pie mal y envió alto. Desesperantemente alto. A renglón seguido se quedó mano a mano con Razak, que le achicó bien, y estrelló el balón en el portero ghanés, que después de un arranque de liga titubeante vino a reivindicarse precisamente en La Línea. Ya dijo el ariete nada más desembarcar que lo suyo no es lograr grandes cifras de tantos. No engañó a nadie.

Fran Carbià por partida doble (una de ellas al poste), Santi Jara e incluso Aridane Santana estuvieron en un tris de hacer el empate. Pero, por lo que se ve, su rollo tampoco es el gol.

Un error grosero de Diego Jiménez permitió a Sergio Moreno hacer el 0-2 cuando el partido agonizaba y fue entonces cuando la hinchada tomó la palabra abiertamente. Acabó el partido vuelta al palco (incluso con algún pañuelo) y pidiendo no se sabe muy bien si soluciones o cabezas.

El pitido final era un guillotinazo en toda regla. Bronca a Roldán, a Mere, a Carlos Guerra, a los futbolistas... y a todo el que pasara por allí. Por cierto se equivocó el preparador de porteros Miguel Vega al pedir cuentas a la grada. Los que ahí se sientan son la Balona, su mayor patrimonio, y se pronuncian como les viene en gana, les guste o no a los de adentro. Así se lo tuvo que explicar el utilero Manuel Valenzuela Pipi.

Para más inri, empezaron los aplausos cuando el Estepona posaba en un fondo con su hinchada y siguieron cuando los visitantes caminaban hacia la caseta, en un gesto que recuerda mucho al de la temporada pasada después de otra derrota igual de lacerante, ante el Algeciras.  Es complicado precisar si es un gesto de deportividad, de frustración o de ambas cosas.

Da mucha, muchísima pena ver a la Balona arrastrarse por la Segunda Federación. No lo merece su gente ni lo merece la institución. Es tiempo de silencio que decía Luis Martín Santos. De silencio, de reflexión para buscar soliciones... y de rezar para que esta pesadilla pare de una puñetera vez.

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