Celta B - Real Balompédica | La crónica

Derrota sin reproches (1-0)

  • Una Balona muy mermada e intachable da la cara, pero cae por culpa de un penalti inexistente

  • De la Calzada mantiene vivos a los albinegros durante la primera mitad

  • En los últimos 20 minutos los linenses, con uno más, lo intentan sin suerte

Masllorens, en un lance del Balona-Celta B

Masllorens, en un lance del Balona-Celta B / RC Celta de Vigo

No hay derecho. Dieciséis horas de autocar de ida y otras tantas de vuelta para jugar un partido que no deciden los futbolistas, sino un tipo que sostiene que es árbitro y sus dos cómplices necesarios. A esta Primera Federación que vendieron como la panacea universal se le están viendo las costuras sospechosamente. Si alguien lo duda que pregunte a Unionistas hace una semana. Y eso que el tramo final no ha hecho más que empezar. Así que apriéntense los cinturones. En honor a la verdad no se puede decir taxativamente que a la Balona le robasen el partido en Vigo, porque el árbitro concedió un penalti que solo existió en su mente -o en sus deseos fervientes, quién sabe- a favor de los celtiñas pero luego hurtó otro infinitamente más real al filial. Vaya, tan sencillo como que el primero no fue y el segundo, sí. Al conjunto de Rafa Escobar que no es que fuera mermado, es que iba cogidito con alfileres no se le pueden poner reproches. Pero todo eso no evita que el precipicio de la zona de descenso le esté esperando este domingo con las fauces abiertas.

No por previsible la derrota en Vigo de la Balona duele menos. Igual hasta más, porque durante un buen rato al final parecía que el empate quería viajar hasta La Línea. A este equipo, que esta vez dio todo lo que tiene, le siguen creciendo las adversidades. Unas externas y otras, ayudadas desde dentro. Por mucho que el míster se "mordiese la lengua" en su comparecencia previa al choque.

En los primeros 35 minutos con el balón solo existió el Celta B. La Balona replegadita, ordenada, pero sufriendo mucho sobre todo por los costados. Miguel Rodríguez -que se fue en el descanso porque está citado con el primer equipo- marcaba el paso. Javi Domínguez avisó en el minuto cuatro, con un trallazo al larguero.

Hasta después de la media hora solo quedó sufrir. Mucho. Literalmente el equipo de La Línea quedó en manos de su portero, Ángel de la Calzada. El fútbol mostró su aspecto más generoso y le brindó la oportunidad de desquitarse del error de una semana antes, por el que alguno quería poco menos que desterrarle. Hasta tres veces (la última ya en la prolongación) evitó lo que parecían goles consumados. Además, el chileno Clemente Montes malogró otra a un cuarto del marco.

En los últimos diez-doce minutos la Balompédica se desperezó. No es que crease peligro (de hecho acabó el primer tiempo con un solo disparo, fuera de los palos) pero tuvo el balón y se adentró en el campo rival. Como poco, hizo desaparecer esa sensación de que el gol celeste estaba al caer que había prevalecido hasta ese momento.

Tras el descanso el partido se prostituyó. O mejor dicho, lo prostituyó Alberto Fuente Martín, del que el CTA dice que es árbitro. Anda y que viendo de donde viene el respaldo es para dormir tranquilos. En el 60' se inventó un penalti de esos que hacen dudar no de la honestidad del que arbitra, sino de todo el montaje de la competición. Haber no hubo absolutamente nada en un forcejeo de Connor Ruane con Javi Rodríguez. Pero de existir algo, hubiese sido falta en ataque. El trencilla decretó la pena máxima. Que es como mandar a alguien a la silla eléctrica porque los pantalones no sean del gusto del que juzga. Una extravagancia. Un descrédito. Por no utilizar otros términos. Damián hizo el 1-0.

El ¿árbitro? cántabro o no tenía la conciencia muy tranquila (ya es significativo que no mostrase la segunda amarilla a Connor Ruane en la acción del penalti) o como poco sospechaba que había perpetrado una auténtica barbaridad. Lo único que no es discutible es que desde ese momento parecía atormentado. No daba una.

En el 67' le perdonó la segunda amarilla a Javi Rodríguez (sí, al del penalti) por un pisotón de libro a Omar Perdomo... en el que además sí que decretó falta. Y en el 72' en una acción en la que como muy poco sí que hubo contacto (vaya, que caminaba como un penalti, cantaba como un penalti...) le mandó a la caseta por fingir un derribo. Que era lo único que no había sucedido en esa acción. Desatino tras desatino. Pero el daño, haber colocado al Celta por delante, ya estaba hecho.

Con uno más y todo perdido la Balona sacó fuerzas de flaqueza y lo intentó. Más a chispazos que con fútbol. Pero esta vez, al menos, no se le puede reprochar que no cayese con las botas puestas. Probaron suerte Yassin Fekir, Antonio Romero, Loren... pero no estaba para ellos. Como a esta Balona últimamente no le sale nada Ruly consiguió que nadie se acordase de su condición de portero suplente.

Escobar buscaba recursos donde no los tenía. Y sacó a dos niños (Javi Méndez y Adri Galindo) a ver si sonaba la flauta. Pero el partido para entonces ya se había escasquillado. Y acabó con victoria del Celta B. Del Celta B y de un personajillo que redactó el acta que le birló a la Balompédica al menos la posibilidad de pelear por un mejor resultado. Ahora solo queda no angustiarse con lo que viene por delante y confiar en que lo de Barreiro haya sido un accidente y a la Balona la dejen pelear en igualdad de condiciones. Y que la propia Balona haga lo que tiene que hacer. Que está escrito: un día por una causa y otra por un motivo diferente, pero ya son diez jornadas con una sola victoria.

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