Espero que no llegue el día en que mis compañeros periodistas se ofendan porque les llame periodistas y no periodistos… Parece que el deporte nacional es dar patadas al diccionario en aras a una equiparación de géneros, cuyo futuro pasa irremediablemente por poner arrobas acá y allá en cada texto. Cuantas más, mejor. Por supuesto que hay expresiones, palabras y giros que ya no representan a la sociedad actual y que hay mucho terreno que ganar aún en ese sentido. Pero, las palabras también necesitan algo de cordura para no asfixiar su razón de ser y su existencia ¿Es realmente necesaria esta locura lingüística en la que nos sumergen? ¿Es necesaria toda esta redundancia diaria que sólo complica la comunicación?

Cualquier lingüista sabe que el principio que rige la construcción del lenguaje es el de su economía. De eso, de sincopar y de la economía del lenguaje los andaluces sabemos "una jartá". Sí, con hache aspirada, aunque no me ofenda que mi acento no se refleje por escrito. Ni falta que hace, porque como dice el gran humorista Manu Sánchez "yo hablo un perfecto andaluz", aunque sepa escribir un perfecto español. He ahí otro de los grandes deportes de hoy; ridiculizar gratis el acento andaluz y, de paso, identificarlo con la ignorancia. Hace unos días, un anuncio publicitario volvía a hacerlo con un impostado sevillano, que de sevillano nada tenía. Pero aquí, no pasa nada. Nada nuevo.

Cualquier lingüista sabe que el uso va por delante de la norma y que la implantación artificial de matices se ha revelado en muchos casos inútil. Hace poco circulaba por las redes un mensaje con una triste realidad que alguien anónimo se encargó de apostillar. "Nadie habla de los muertos y muertas de la pandemia".

Ese "todos y todas" y esas arrobas incrustadas en los textos por doquier comenzaron a llegar puntualmente a las notas de prensa de las redacciones, a finales de los noventa. A partir de entonces, a fuerza de imponer el uso, muchos hablantes las adoptaron de una manera tácita, como si fuera un pecado no usarlas, como si obraran mal por olvidar citarlas. Pero, por fortuna, la humanidad, esa palabra tan grande, de género femenino, incluye a todo ser humano; a ellos, a ellas y a elles… Ahí lo dejo. Quizás lo artificial en el lenguaje, termina dejando ver que es imperfecto y que los grandes problemas no se arreglan dando patadas a la lengua de Cervantes, de Lorca, de Falla, de Picasso, de Lola Flores, de Blas Infante que habló de "los andaluces", que querían volver a ser lo que fueron y seguro que jamás pensó que su himno omitiera a las andaluzas. Hay que caminar hacia la igualdad. Faltaría más. La pregunta es si ese camino pasa por destrozar, complicar o cauterizar uno de los pocos tesoros que aún nos quedan; nuestra lengua.

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