Algunas noches de desvelo pienso de más y me monto películas que ni el gran Amenábar. Y entre guion y guion, imagino que muero.

Se dice que no dejemos para mañana lo que podamos hacer o decir hoy. Y puede que, por mi forma de entender la vida, eso sí lo haya cumplido. Mis alocadas decisiones y mi cariño expresado en forma de letras o de detalles infinitos hace que esa teoría la haya llevado a la práctica, casi al pie de la letra. Así que no me quedaría con esto pendiente, en caso de morir sin avisar.

Pero hay algo que me perturba y que no me gustaría llevarme conmigo a la eternidad: las mentiras que me digo. Porque hay mentiras que salvan vidas, pero hay otras que las destrozan. Como, por ejemplo, un sentimiento no expresado o un duelo no llevado a cabo. Los "nooo, yo paso" son arañazos en el alma a los que, si no les hacemos frente, pueden marcar nuestra existencia para siempre.

Mi mentira preferida es cuando digo que no me duele cuando alguien a quien amo se aleja sin motivo aparente. Mi disfraz es decir: "La gente entra y sale. Aceptación y a seguir…". Claro, es una verdad aplastante, pero en esos largos insomnios ha habido un hueco para cada una. Para cada persona que, en algún momento, ha sido importante.

La ausencia es el mayor de los castigos, pero también el mayor de los aprendizajes. Ahí es donde te vas a las profundidades y encuentras tus límites, tus sombras, tus "taritas", tu verdad. Pero, sobre todo, el perdón hacia uno mismo y hacia los demás. Puede que sea la solución a muchos de nuestros problemas. Así que gracias. Sin este tipo de "separación" habría sido imposible una exploración tan profunda.

Otra mentirijilla que suelo contarme es la de: "Una pareja no se busca, ella te encuentra"… Bonito spot de Facebook, sí. Principalmente cuando estoy en mi sofá, viendo la tele y con mi espacio vital totalmente protegido. Quizás deba reconocer que no quiero compartir mi vida, por ahora, y que llegará cuando esté preparada o cuando la sociedad deje de imponerlo. Parece que los solteros no tenemos derecho a estarlo de manera voluntaria. Ya mismo nos aprueban una paga por minusvalía amorosa. Y hablando de verdades, reconozco que cuando me gusta una canción la escucho hasta aprendérmela, sin parar.

Que escribo mucho mejor de lo que después soy capaz de expresar cara a cara y que empatizo demasiado con las emociones de los demás. Que me encanta relatar estas ñoñadas porque las llevo dentro, a pesar de mi fachada cachonda, sonriente y despreocupada. Y que tengo millones de defectos. Que prefiero Coca Cola a Pepsi y que si San Pedro lee esta columna, espero que no me haga parar en el purgatorio y tenga en cuenta las mentiras que me digo, porque, si me muero, aquí queda escrita mi confesión. El purgatorio es para los que no se arrugan y yo estoy ya como una bola de papel de aluminio.

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