Que la guerra es un delito

El criminal debe sentirse aislado en el delito, no en una partida de cartas donde se apuesta con personas

Un Estado debe perder su carácter nacionalista para convertirse en un instrumento legal garante de la dignidad. Cuando no es así, su impostura inviste de un noséqué de poder superior a sus dirigentes hasta volverlos majaretas.

La Justicia se construye sobre una idea (y advertencia); para que exista se debe administrar la violencia (la venganza) decantándola en condenas de prisión reinsertiva y un procedimiento incuestionable. Es muy sencillo, si a usted le matan un hijo y decide arrancar la traquea al asesino: cometerá un delito equiparable y será juzgado. Aunque resulte muy difícil, la población asume el coste del dolor en favor de una convivencia no violenta... no hay otra.

Me pregunto por qué esto no rige en la política internacional. Existe mucha legislación sobre la guerra pero resulta inútil: alguien que para sus objetivos te revienta los intestinos, lo más probable es que no cumpla las normas. La guerra debe ser prohibida pero no retóricamente, sino bajo penas muy duras de cárcel aplicables a las personas que las inician, y para eso necesitamos una justicia internacional que lo garantice, imposible sin una coalición de estados que, como la ciudadanía, se muestren dispuestos a financiar y cumplir con obligaciones que eviten esa guerra incluso en casos de agresión, sin venganzas pero contundentes: el criminal debe sentirse aislado en el delito, no en una partida de cartas donde se apuesta con personas.

Se debe repeler el ataque concreto y sólo debe justificarse en ese instante y contra los implicados, como la defensa propia en una agresión. Pero no puede contemplarse la posibilidad de una declaración de guerra ni siquiera en la autodefensa; cualquier agresión debe ser considerada un delito y debe despertar una respuesta ipso facto de ese Leviatán internacional.

Lo de Putin supone su persecución legal, y eso debe incluir, como es lógico, a sus colaboradores y, si no es detenido, a sus encubridores y, por tanto, cómplices. El problema es que en nuestra visión maniquea no estamos dispuestos a que esa prisión espere a algunos de los nuestros, muy defensores de los derechos antes sus votantes pero ligeros de cascos donde la opinión pública no es más que carne para picar. La geoestrategia se construye guerreando, si es posible, lejos de nuestras fronteras. Es hora de que esto cambie.

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