Recién galardonada con el Premio Cervantes, la poetisa uruguaya Ida Vitale, ha declarado que el escritor que más la ha influenciado, ha sido Juan Ramón Jiménez. De hecho conoció personalmente a Juan Ramón y a su esposa Zenobia, en la casa familiar de Puerto Rico. Casi todos los poetas, han considerado al Premio Nobel español como un auténtico maestro, rara unanimidad en un gremio, nada proclive a las alabanzas corporativas. Siempre a la sombra de Juan Ramón, vivió su mujer Zenobia Camprubí, una joven catalana culta que por influencia de su madre y su abuela, había marchado a Estados Unidos, a formarse en la Universidad de Columbia en Nueva York. En 1908, se instaló en Madrid, donde enviaba artículos a la prensa norteamericana y traducía a autores como Rabindranath Tagore. Frecuentaba la casa de un matrimonio yanqui, los Byne que vivían pared con pared con Juan Ramón. Curiosamente, el poeta que era un obseso del silencio absoluto, se vio sorprendido por la risa contagiosa de una mujer, de la casa de al lado. En una conferencia de Bartolomé Cossío en la Institución Libre de Enseñanza, fueron presentados y tres años más tarde, se casaron en Nueva York, con la fuerte oposición familiar de la madre de Zenobia que no lo consideraba de su misma posición social.

Zenobia fue para Juan Ramón además de una excelente esposa, una enfermera para su atormentado cuerpo- sufrió a lo largo de su vida, numerosas dolencias físicas y psíquicas- una implacable crítica literaria, una representante comercial y hasta consiguió que su obra, llegara al jurado sueco que le otorgó el Nobel. Se enteró de la concesión, tres días antes de su muerte. Fue además una gran defensora de los derechos de las mujeres y por fin vio reconocida su propia obra literaria, siempre ligada al amor a Juan Ramón. Como su marido estaba delicado del estómago, se hizo una buena cocinera y los manuscritos con sus recetas, han sido recogidos en el libro La Cocina de Zenobia. Su abnegación la llevó a tal punto que escribió en su lecho de muerte unos folios con instrucciones, para la mujer que debía hacerse cargo de Juan Ramón. Quizás el modelo de entrega a un hombre que encarnó Zenobia, no sea el modelo en boga por estos lares, pero no hay mayor incultura que la de contemplar el pasado con las gafas de la actualidad. Amó y fue amada, con la mayor intensidad poética de la literatura española. En Moguer, donde está la tumba de la pareja, hay una estatua de Zenobia, abrazando un libro y con una maleta a sus pies. Literatura y exilio. Simplemente amor.

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