A mediados del siglo XIV desde Asia y a través de las rutas comerciales marítimas llegó a Europa la peste negra. Pronto la infección transmitida por la picadura de pulgas infectadas por las ratas, se convirtió en pandemia a causa del hacinamiento y la falta de higiene características de la Edad Media. Sus consecuencias fueron devastadoras ya que la enfermedad acabó con cerca de la mitad de la población europea. También desde Asia nos ha llegado la actual pandemia provocada por la COVID-19 y también son ya muchos los muertos que hay que apuntar en el haber del virus. Lo curioso es que a pesar de la abismal diferencia entre el conocimiento científico y los avances tecnológicos del siglo XXI y la precaria erudición de los hombres del Medievo, no existen apenas variaciones (mientras no se comercialice una vacuna eficaz) en la forma de abordar ambas pandemias. Aunque aquellas crédulas gentes achacaban a un castigo divino la llegada de aquel mal que se manifestaba con fiebre alta, tos, escalofríos y la inflamación de los ganglios linfáticos (bubones) y que generalmente terminaba con la muerte del infectado; lo cierto es que los médicos de la época instauraron una serie de medidas (basadas más en el sentido común que en su sapiencia médica) muy similares a las que ahora se han adoptado para combatir al coronavirus. Recomendaban algo tan estrafalario (para una época en la que se pensaba que la mugre era protectora y que el agua debilitaba) como las medidas higiénicas: lavado de manos, respirar aire fresco, consumir agua limpia y enterrar -o quemar- lo más pronto posible los cadáveres de los infectados. Nuestro actual confinamiento tiene su antecedente en los cuarenta días de espera (de ahí el término cuarentena) que las autoridades de la época impusieron a los barcos para asegurarse que sus pasajeros no desembarcasen consigo la infección. Los doctores de la peste conscientes de la peligrosidad de su trabajo, utilizaban una vestimenta protectora que se puede equiparar a los "EPIS" con los que ahora se protege el personal sanitario: Una larga túnica negra de tela encerada, sombrero, lentes de vidrio y una máscara acabada en un pico similar al de las aves que los galenos rellenaban con paja y sustancias aromáticas que les resguardaban de los pestilentes efluvios que desprendían los bubones de los moribundos. Completaban la indumentaria con un bastón de madera para no tener que tocar a los enfermos a los que no pocas veces el siniestro aspecto del médico parecía anunciarles su inminente entrada en los infiernos. Otra similitud es el entretenimiento de los supervivientes. Ahora el encierro se ha soportado -de una manera un tanto infantil- recurriendo a Twitter, Facebook o You Tube, en la Edad Media la gente se distraía contando ingeniosos relatos como los que Boccaccio recogió en el Decamerón y que ya presagiaban la llegada del Renacimiento. Quizá gracias a los estragos de la peste, el vitalista "carpe diem" se impuso al desalentador "¿ubi sunt?".

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios