Yendo de camino muy temprano a llevar el coche al taller, la radio habla de una sinfonía inacabada para poco tiempo después recordar que hace dos años que nos dejó José Luis Pérez de Arteaga. El tiempo vuela. Esto me sucedía ayer viernes. Ya encontré título, me digo. Y es que sin buscarla es inmanente la melancólica emoción que me abraza cuando transito pentagramas vacíos.

Despuntando una tímida luz solar de entre los árboles, a una velocidad lenta, me deslumbra la tristeza al no poder imaginar siquiera qué hubiese sido de tantas sinfonías inacabadas que dejaron irreparables partituras en blanco a las que no podemos añadir ni una sola nota.

Se va desperezando la mañana y rodeada de naturaleza pienso en Blanca Orozco que por ser reciente su partida todo lo trastoca; qué será de todas las pinceladas que dejó en el aire, de todos los lienzos en blanco que la lloran, dónde irá a parar tanto bueno de su incondicional sonrisa… Llego a casa y huele a Luciano y me pregunto a dónde habrán ido todos esos pasos no dados en los bosques que todavía le esperan, las pedaladas huérfanas de sus fuertes piernas de camino a casa, los besos que dejaron viuda mi boca… Y ahora que escribo, cubriendo de palabras la columna que en un pasado fue suya, me pregunto dónde estarán todos los poemas y reflexiones que mi hermano se llevó dejando un interminable libro de silencios, por dónde vagará esa emoción de satisfacción de padre viendo a su hijo hecho un hombre pisar por el mundo con el orgullo de llevar el apellido del progenitor ausente… Y pensando en mi añorada amiga Yolanda intento averiguar a dónde habrán ido a parar todas sus nuevas enseñanzas que poco tenían que ver con palabras y mucho con actos, dónde el amor que ponía cada día a las pequeñas cosas… Alguien más sensitivo me dijo que mi hijo se había reencarnado y vivía en algún lugar de Europa. Y le creí porque fue decirlo y darme un vuelco el alma. Llámalo pura fantasía, lo asumo, pero para mí sería lo más justo porque a lo poco que le dio tiempo fue a transformarme la vida entera en una sola semana y fue tan grande su enseñanza que me hizo ser lo que soy ahora. Qué bendición para quien lo tenga de hijo en su nuevo renacer a la vida.

Las sinfonías inacabadas de jóvenes promesas me dejan desafinada aunque siga amando la música.

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