El diagnostico de los afectados por COVID-19 resulta crucial para tratar la enfermedad y detener la transmisión del virus. En España la escasez de los test PCR y la inutilidad de los test rápidos que precipitadamente se han adquirido en mercados chinos de dudosa solvencia ha propiciado que no se tengan datos precisos sobre la magnitud de la epidemia al no poder realizar test masivos que detecten a los contagiados asintomáticos. Hasta ahora los test solo se les venían realizando a personas con infección respiratoria aguda con criterios de ingreso hospitalario o personas con infección respiratoria aguda pertenecientes a los servicios sanitarios u otros servicios esenciales. En esta tesitura de déficit de pruebas que permitan prevenir contagios y planificar con mayor eficacia las medidas de control de la epidemia, un colectivo sin significación sanitaria alguna, como son los futbolistas exigen para iniciar su puesta a punto y reanudar su actividad deportiva al menos tres pruebas de coronavirus para los jugadores, todos los miembros del staff de cada equipo y los familiares de los futbolistas, esto es, aún sabiendo de la carencia de pruebas diagnósticas, este grupo de -irrelevantes- privilegiados (equivalentes poco más que gladiadores y aurigas de la Antigua Roma) pretenden obtener también un trato preferente a la hora de conocer su estado de riesgo frente al virus. Mientras tanto, al personal sanitario que lleva más de mes y medio lidiando con el virus en la primera línea de hospitales y ambulatorios con unas más que precarias medidas de protección (más de 35.000 infectados en "actos de servicio") todavía no se les ha realizado test alguno a pesar de que, al contrario que los futbolistas, su trabajo si es esencial para enfrentarse a la epidemia. Qué pasaría si médicos, enfermeras, auxiliares y celadores opinasen como un "aguerrido" jugador del Cádiz que para acudir a su puesto de trabajo (darle patadas a un balón) exige: "la Liga y el Ministerio de Sanidad nos tiene que garantizar por escrito que estamos al 100% asegurados de que no vamos a contraer el virus. No queremos protocolos queremos que nos garanticen la seguridad". Con unos sueldos miserables, un equipamiento chapucero y una presión asistencial máxima, los profesionales sanitarios (empleando la metáfora bélica tan del gusto de presidente Sánchez) han combatido al virus de la misma forma que el batallón de Kirk Douglas en "Senderos de gloria", con ánimo, valor y, literalmente, jugándose, la vida. Su recompensa son los aplausos que todos los días a las 8 le tributan ciudadanos desde terrazas y balcones. Efímero reconocimiento que desaparecerá con el virus y se tornará en insultos y quejas por la demora en la asistencia cotidiana. Entonces los aplausos y la gloria volverán a ser para los futbolistas... ¡así es el mundo!

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