Los que me conocen, saben de mi desafecto a todo lo relacionado con la muerte. No me importa confesar que soy de los que cuando aparece un entierro en televisión, busco rápidamente algo de madera para tocar. Ello no es óbice para reconocer que a los andaluces, nos encantan las bromas mortuorias y los mejores chistes se escuchan en los velatorios. Debe ser algo así, como una defensa ante la inexorable llegada de la parca. Últimamente, me están dando la grande con la Memoria Histórica que no es más que un intento de cambiar el final de la guerra civil que no nos gusta- gran lanzada a moro muerto- cuando lo que deberían de cambiar es el principio. Los que diariamente, se oponen al desahucio de los vivos, se ufanan de que van a desenterrar a un Franco al que los españoles teníamos en el desván de los recuerdos, para no saber donde acabarán sus restos. Una auténtica chapuza king-size. Por otro lado, andan excavando las cunetas del dolor, atribulados nietos, con fondos públicos. Pareciera que el país entero por mirar a las sepulturas, se está olvidando de mirar al futuro.

Miren ustedes, aquí se luchó duramente para vivir en democracia y todo el mundo cedió para olvidar de una vez la guerra civil. Suarez, había sido Vicesecretario General del Movimiento, Felipe González renunció al marxismo, Carrillo admitió la Monarquía y la bandera, el Rey Juan Carlos reconcilió al país con el exilio, Europa, los judíos y la masonería. Hasta Aznar habló divinamente de Azaña. Los resultados fueron evidentes: la mayor época de prosperidad vivida en España y nos situamos por primera vez, entre las 10 mayores economías del mundo. En esas estábamos, cuando le dimos el poder a Zapatero que en dos mandatos, se cargó todo lo conseguido. Bajo el delirante objetivo de crear una deseable tensión, volvió a declarar la guerra civil 2.0. Creía así revitalizar a la izquierda con el contenido ideológico de una contienda que sólo trajo la ruina al país y los camiones llenos de cadáveres. Ahora anda el bergante "pacificando" Venezuela. Si les parecen demasiado depiadados mis argumentos, sepan que los restos de mi abuelo Nicolás, reposan en una fosa común en el cementerio de Tocina, Sevilla, en cuyas tapias fue fusilado por los nacionales. Jesús de Nazaret, me enseñó a perdonar, mis padres me educaron sin sombra de rencor alguno y nunca olvido las palabras de mi Maestro: "Deja que los muertos, entierren a sus muertos".

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