Al sur del sur

Javier Chaparro

jchaparro@grupojoly.com

Estación de paso

A sus 53 años, Antonio Maíllo se aparta del foco porque jamás necesitó una luz externa para destacar

Una tarde de hace cuatro años, mientras paseaba por el monte en compañía de unos fieles amigos, la vida de Antonio Maíllo dio un giro repentino. El cáncer de estómago que padecía hizo acto de presencia por vez primera en forma de hemorragia interna, provocándole un dolor intensísimo y dejándole las mínimas fuerzas, las justas para ser trasladado con un hilo de vida hasta un hospital. Tras largos meses de lucha contra la Rusca y de ganarle la batalla, el hasta esta semana coordinador general de Izquierda Unida en Andalucía ha dicho basta, con 53 años de edad. "Se puede luchar contra el sistema, pero no contra la biología", afirmó en la comparecencia de prensa en la que anunció su adiós por sorpresa.

Maíllo se inició muy pronto en la actividad política. No fue, ni mucho menos, un advenedizo afiliado a IU a la búsqueda de la mamandurria o de un sueldo como asesor de medio pelo. Formado desde joven en la escuela comunista cordobesa, fue un brillante estudiante de Filología Clásica que aprobó con nota sus primeras oposiciones a profesor de instituto. Al igual que otros paisanos y correligionarios suyos ligados al campo de la docencia (Julio Anguita, Luis Carlos Rejón, Concha Caballero...) es un intelectual potente con un compromiso ético fuera de toda duda. Durante su paso por el Parlamento de Andalucía ha mantenido el salario que tenía como profesor del IES de Aracena donde trabajaba antes de ser elegido diputado y a cuyas aulas regresará dentro de unos meses, no sin antes hacer un curso de reciclaje. Su lección de despedida es clara: la política es, debiera ser, una estación de paso y de servicio público que solo debe ser ejercida cuando las fuerzas acompañan.

Ahora se aparta del foco porque jamás necesitó una luz externa para destacar. Todavía hay a quienes les extraña su despedida, discreta, explicada en pocas palabras, como quien se dirige a un grupo de colegas, y su renuncia al coche oficial con chófer como portavoz parlamentario. Le costó subirse al principio, hasta que un veterano le aconsejó aquello de que a las reuniones que se celebran a cientos de kilómetros hay que llegar con los deberes hechos, la mente fresca y la camisa sin arrugar.

Cuando en 2013 fue elegido para el cargo de coordinador, dijo a este periódico en su primera entrevista que las felicitaciones que más le habían gustado eran las que había recibido por parte de sus antiguos alumnos de Latín. Sus futuros educandos pueden darse ya la enhorabuena porque han ganado a un docente vocacional que con su ejemplo demuestra que la felicidad, esa cosa con alas, hay que perseguirla sin ataduras y sin un reloj cosido de forma permanente a la muñeca.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios