España-Marruecos: ¿relación o subordinación?

En su visita institucional a Marruecos, el ministro de Asuntos Exteriores español, José Manuel Albares, ha confirmado de forma implícita, pero de manera bastante clara, las relaciones de subordinación y sumisión de la parte española hacia Marruecos en el nuevo marco de relaciones bilaterales. Efectivamente, ha reconocido que ha constatado "una sensible disminución" en la llegada de migrantes a la península y Canarias desde que ambos países retomaron relaciones como consecuencia de la carta de Pedro Sánchez al rey de Marruecos. En definitiva, solo cuando España ha renunciado a principios básicos del derecho internacional y de su modelo de Estado de derecho, apoyando una ocupación basada en la fuerza y en la sistemática violación de derechos humanos, Marruecos ha empezado a cumplir sus obligaciones derivadas de acuerdos preexistentes y de los principios de buena vecindad.

Se desprende de forma clara que la diplomacia española no ha sabido, o no ha podido, encauzar unas relaciones transfronterizas con Marruecos con las herramientas de un Estado democrático que dispone de palancas tan potentes en su proyección exterior como la pertenencia a la Unión Europea.

Sospechando, además, de forma relativamente fundada, como han publicado medios de comunicación extranjeros, que nuestro presidente de Gobierno y varios de sus ministros han sido espiados desde Marruecos con el programa Pegasus, la situación actual es enormemente preocupante.

A las acciones unilaterales marroquíes la respuesta de debilidad española es clamorosa. Como es conocido, Marruecos cerró en 2018 la frontera comercial con Melilla asfixiando económicamente la ciudad autónoma sin una queja formal por parte española. Desde entonces hay una larga lista de acciones provocativas y hostiles que no cabrían en esta columna y que culminan con la agresión hacia Ceuta en mayo de 2021 con la cínica y desvergonzada utilización de menores y migrantes.

España ha reaccionado como un país débil, cobarde, miedoso y carente de una clara visión de política exterior. Por supuesto, las causas son enormemente complejas y la gestión de relaciones bilaterales con Marruecos es extraordinariamente difícil y ha sido necesario, además, una visión de Estado por parte de la oposición que ha faltado. Hubiera sido deseable una política exterior sólida, anclada a los principios y valores que corresponden a nuestro Estado, que buscara el apoyo de nuestros socios europeos y que encauzara de manera responsable nuestras necesarias relaciones bilaterales con Marruecos, un país vecino con el que compartimos un espacio estratégico y estamos condenados a entendernos.

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