El título con el que empiezo esta columna, Autopista hacia el infierno, pudiera hacernos pensar en una canción de una banda de heavy metal o una película de miedo de serie B, pero no, se trata de una frase del secretario general de la ONU en la cumbre climática que se celebra actualmente en Egipto y que denuncia el camino que ha elegido la humanidad. En concreto, Antonio Guterres nos advierte que las emisiones de gases de efecto invernadero siguen creciendo a pesar de los avisos que desde hace décadas nos llegan de la comunidad científica. Las temperaturas globales siguen aumentando. La realidad es tan grave que todos podemos percibir los cambios dramáticos de pautas climáticas. La situación es tan triste que los negacionistas se han quedado sin argumentos solo con salir a la calle el mes de noviembre con una temperatura propia del mes de agosto. Este verano ha sido el más caluroso y el más seco desde que se tienen registros. Parece claro que el siguiente será peor. Y nuestro planeta se acerca rápidamente a puntos de inflexión que harán que el caos climático sea irreversible. Como advierte el secretario general, estamos en una autopista al infierno climático con el pie en el acelerador.

La guerra de Ucrania supone un importante factor de distorsión en el proceso de descarbonización iniciado tímidamente hace algunos años, impulsado por el Acuerdo de París, al suponer una profunda alteración de los mercados globales de energía y contribuir a un proceso de inflación de sus precios con las dificultades de suministro consecuencia de los cortes de gas y petróleo ruso. Estas distorsiones han llegado cuando el proceso de desarrollo de energías renovables no está todavía suficientemente desarrollado y el sector de energías fósiles tiene una posición determinante en el proceso de transformación energética. El futuro está ahora plagado de incertidumbres ante la incapacidad de prever una resolución rápida del conflicto bélico, pero lo cierto es que no se puede esperar más. Los efectos mortales y destructivos del cambio climático están presentes con fuerza en continentes enteros y golpean con más fuerza a los países más vulnerables que, paradójicamente, son los que han contribuido menos a la emisión de gases de efecto invernadero, principales responsables del cambio climático. No hay tiempo que perder a pesar de la guerra y parece que es necesario un pacto histórico, un pacto de solidaridad entre países ricos y pobres con la finalidad de que todos hagan un esfuerzo extra para reducir las emisiones y detener el aumento de temperatura. Termino de nuevo con el secretario general: "La humanidad tiene una opción: cooperar o perecer, un pacto de solidaridad climática o un pacto de suicidio colectivo".

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