El secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, ha utilizado en los últimos días una expresión enormemente contundente sobre el destino de la humanidad en relación con el cambio climático. Ha advertido que nos dirigimos a "un suicidio colectivo" si las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero no disminuyen un 45 % sobre los niveles de referencia, esto es, los de 2010, para cumplir el objetivo de que el aumento medio de las temperaturas no sobrepase el umbral crítico de 1,5 grados identificado en el Acuerdo de París. A pesar de los continuos informes de la comunidad científica los responsables políticos y los principales sectores económicos son incapaces de actuar de forma eficaz y decisiva ante la amenaza del cambio climático. En realidad, lo cierto es que la guerra contra el cambio climático está perdida desde hace algún tiempo. No obstante, todavía hay algunas batallas pendientes que deben afrontarse lo antes posible para no conducirnos a un apocalipsis climático que ponga en peligro las condiciones de vida de la humanidad en el planeta. Una de estas batallas es la adaptación a los cambios. Si no somos capaces de frenar el deterioro climático (y mucho menos aún con el nuevo escenario global surgido después de la guerra de Ucrania) es absolutamente necesario que los poderes públicos diseñen y pongan en marcha políticas decididas y contundentes de adaptación. Este verano España se quema bajo olas de calor sofocante y somos testigos de la precariedad de los medios para luchar contra los incendios, surgen de nuevo las voces que denuncian el abandono de las masas forestales, la falta absoluta de previsión y planificación, etc. Además, las olas de calor se ceban con especial crueldad sobre los sectores más desfavorecidos de la sociedad y esto es visible no solo en los entornos rurales de la España interior sino también en las grandes ciudades.

Por todo ello, creo que es prioritario una política de Estado contundente y ambiciosa que involucre a la administración central, comunidades autónomas y ayuntamientos en una planificación cuidada y responsable de adaptación al cambio climático. Es necesario revisar muchos protocolos y normativas en ámbitos tan importantes y diferenciados como la gestión del cuidado de los bosques, las competencias de los servicios contra incendios, la gestión del agua y regadíos agrícolas, normativas de salud en el trabajo, planificación urbanística, protocolos sanitarios, etc.

El legado que recibirán las futuras generaciones se demoledor. Deberán vivir en un planeta desolado en condiciones climáticas extremas muy hostiles. Al menos, cuidemos algo la herencia que van a recibir antes de que sea demasiado tarde.

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