Al Al final, las almas gemelas se encuentran porque tienen el mismo escondite", Robert Brault.

Esta frase me hizo pensar. Consiguió que recapitulase y ordenase las piezas. Hacía mucho que no me sentaba conmigo.

Y en ese viaje de introspección, vi que había estado demasiado tiempo corriendo. Demasiado tiempo huyendo de mi destino.

Yo, que creía que mi alma gemela llevaba pintalabios y se maqueaba hasta para ir a por pan, de pronto me la encuentro, en el mismo lugar de siempre, algo alborotada y con las ganas intactas.

Quizás, siempre supe que era ella, pero no lo quise ver. Decidí alejarme sin mirar atrás. Sin darme la oportunidad de aceptar que todo había cambiado y que tendríamos una nueva opción de re-conocernos. Y, aunque lo intenté a mi manera, no fue suficiente.

Así que escapé, sin saber, que de quién escapaba realmente era de mí. Seguí con mi vida como si nada, como si mi alma gemela no taladrase cada rinconcito de mis recuerdos. Y me propuse sustituirla, así, sin más. Sin remordimientos. Creyendo que ya lo había superado, que estaba en una nueva etapa.

Y en eso no me equivoqué, yo ya había cambiado, pero los planes del universo me tenían una sorpresa: Volver a encontrarme con ella.

Debo reconocer que la vi muy diferente. Había evolucionado a pasos agigantados. Iba a otra velocidad, con más gente a su alrededor, nuevas "reglas del juego" …

Realmente, la apariencia era totalmente distinta, pero la esencia, exactamente la misma.

Nos sentamos a charlar y le expliqué cuál había sido mi proceso en los últimos años de separación. Le dije que no sabía lo que podía ofrecerle, pero que estaba dispuesta a intentarlo.

Ella me dijo que no me preocupase, que en la madurez había infinidad de cosas que regalar y que, si éramos capaces de aceptar el nuevo rol, seríamos indestructibles.

Así que me dejé llevar, retomando así, la relación más exitosa de mi vida. Esa que me marcaba el camino cuando estaba perdida. Esa que, en días de lluvia, me traía una de mis fragancias favoritas: olor a césped mojado.

Aquella que me enseñó el concepto de compartir y la magia de trabajar en equipo. De sentir que formas parte de algo más grande que tú.

Y en ello estoy, trabajando duro para dar mi 100%, que, sin duda, no será el de antes, será otro, quizás más pausado, más prudente, pero con la certeza absoluta de que será lo mejor de mí.

Y no sé si duraremos años o la eternidad de unos segundos, lo único que sé es que, pisando el terreno de juego o estando en la grada, mi alma gemela siempre serás tú, Fútbol.

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