Estampas de la historia del Campo de Gibraltar

El aprovechamiento forestal en el Campo de Gibraltar (siglos XVI al XIX)

Una vista de la despoblada sierra Carbonera, hace tres siglos cubierta de exuberante bosque de alcornoques.

Una vista de la despoblada sierra Carbonera, hace tres siglos cubierta de exuberante bosque de alcornoques.

La existencia de espesos bosques en los términos que pertenecieron a Carteia, Oba, Barbésula, Baelo e Iulia Traducta está documentada desde la antigüedad, como lo corrobora la existencia de la industria de construcción naval en Carteia (mencionada por Estrabón y Polibio y las proas de naves y remos que aparecen en algunas de sus emisiones monetales), así como los numerosos alfares localizados en el arco de la Bahía que necesitaban abundante leña y madera para sus hornos. Esta masa forestal, aunque muy mermada en las zonas costeras, se conserva en el Parque Natural de los Alcornocales. Las talas abusivas realizadas durante siglos han ido despoblando lo que era un bosque continuo e impenetrable desde la costa del Estrecho (hoy degradada) hasta las sierras del Aljibe y Grazalema. La toponimia conserva algunos nombres de sierras y lugares que en el pasado estuvieron cubiertos de vegetación arbórea, como la sierra Carbonera, hoy desprovista de árboles tras siglos de explotación incontrolada.

En la Edad media, tanto en época musulmana como cristiana, los bosques de la comarca continuaron aportando la madera necesaria para abastecer los arsenales de Algeciras y Gibraltar (construcción de barcos de pesca, mercantes y de guerra), y para atender la demanda de leña y carbón para uso doméstico, la industria alfarera y los campamentos militares. Pero como la presión demográfica era aún débil y las armadas poco numerosas, la presión sobre la masa forestal era soportable. Sin embargo, a partir del siglo XVI, el incremento de la población de la zona y de sus necesidades de carbón, leña y madera, al mismo tiempo que la Monarquía Hispánica, que dominaba los mares del mundo, necesitaba disponer de una gran flota constituida por galeones, bergantines, galeras, galeazas y barcos mercantes para hacer frente al poderío naval, primero de los turcos y, después, de los ingleses, la demanda de madera para la construcción naval (en los astilleros de Gibraltar y Cádiz) fue, sin duda, la principal causa de la acelerada deforestación de los bosques litorales de nuestra comarca, aunque la masa forestal de Castellar y Jimena resistió mejor el expolio gracias a su densidad y enorme extensión.

En un documento de 1597 conservado en el Archivo Ducal de Medinaceli se hace referencia a cómo la explotación de la masa forestal de Castellar estaba reservada en exclusiva al señor conde, que la arrendaba a asentistas foráneos para hacer carbón o talar árboles para abastecer a los arsenales de la Armada. Dos años antes, en 1595, otro documento del Archivo Ducal, recoge un informe del escribano público de la población, don Melchor Gallego, en el que declaraba que de los montes de Castellar se saca madera para construir las galeras de España. Las cargas de madera eran conducidas por el río Guadarranque hasta su desembocadura, donde en las primeras décadas del siglo XVI, se habían instalado unos astilleros para la construcción y reparación de embarcaciones de guerra. Escribe el historiador gibraltareño Alonso Hernández del Portillo a principios del siglo XVII, que don Álvaro de Bazán, siendo general de las galeras de España, que de Gibraltar se fue al río de Guadarranque a hacer de nuevo y adobar galeras.

Almacenamiento de corcho en el muelle de la Galera, en el puerto de Algeciras, esperando para ser embarcado y exportado. Año 1920. Almacenamiento de corcho en el muelle de la Galera, en el puerto de Algeciras, esperando para ser embarcado y exportado. Año 1920.

Almacenamiento de corcho en el muelle de la Galera, en el puerto de Algeciras, esperando para ser embarcado y exportado. Año 1920. / Archivo APBA

La tala abusiva de los bosques de la comarca -provocada, sobre todo, por las necesidades de la Armada y, desde el año 1704, para abastecer a las tropas establecidas frente a Gibraltar- se llevó a cabo entre mediados del siglo XVI y finales del siglo XVIII. Portillo refiere en su libro que estaban en aquellos tiempos (principios del siglo XVI) los montes en los que se cortaba madera para los dichos navíos a media legua de la Barcina (barrio noroeste de Gibraltar), que aún duraron así hasta nuestros tiempos en la sierra Carbonera. Es decir que hacia 1610 sierra Carbonera, hoy desprovista de árboles, aún estaba cubierta por la masa forestal.

Un siglo y medio más tarde, cuando, en el año 1782, Ignacio López de Ayala escribe su Historia de Gibraltar, dice que: "constando por la historia que la sierra Carbonera, que está enfrente, no menos pelada en nuestro tiempo que el Peñón, fue un espeso bosque no muchos siglos ha, y aún era monte a principios del siglo pasado". Este autor también se refiere a los bosques que había en la ladera oeste del Peñón, zona conocida como Los Tarfes, diciendo que eran monte (es decir, bosque) por los años de 1600, y en nuestra edad se presentan tan desnudos que parece no han podido serlo.

Masa forestal constituida por alcornoques y quejigos en el término de Castellar. Masa forestal constituida por alcornoques y quejigos en el término de Castellar.

Masa forestal constituida por alcornoques y quejigos en el término de Castellar.

En 1756, las sierras que bordean el puerto del Cabrito, en Tarifa, hoy día igualmente despobladas de arbolado, se hallaban cubiertas de espeso bosque según el testimonio del viajero don Antonio Ponz. Dice este autor: "Desde Tarifa a Algeciras hay tres leguas, y quise andarlas por tierra, aunque por camino alto y quebradísimo, pero divertido al mismo tiempo por la frondosidad de alcornoques, castaños, acebuches y otras plantas antes y después del puerto que llaman del Cabrito". Unos años más tarde, en 1782, el sacerdote valenciano Francisco Pérez Bayer visitó la comarca y, en el viaje que hizo de Algeciras a Tarifa se sorprendió de que aún existiera tanto arbolado en las laderas de los montes que bajaban hasta el Estrecho, estando tan cerca de Algeciras y construyéndose tantos barcos, además de las baterías flotantes y, lo que es más, teniendo tan inmediato y tanto tiempo un ejército donde tanto el carbón y leña se consume (se refiere a las tropas establecidas frente a Gibraltar en los asedios de 1705, 1727 y, sobre todo, de 1779 a 1782).

Según el Catastro de Ensenada, en el año 1751, en el término de Castellar había 4.000 aranzadas de alcornoques (unas 1.600 hectáreas), 1.800 de primera calidad, 650 de segunda y 1.550 de tercera cuya explotación la arrendaba el Conde a asentistas para la saca de madera para la Armada o para hacer carbón que se exportaba por mar a Cádiz, Ceuta o Málaga. En Tarifa, según el Catastro, había 1.200 hectáreas de alcornoques.

Primera edición de la 'Historia de Gibraltar', de Ignacio López de Ayala, Madrid, 1782. Primera edición de la 'Historia de Gibraltar', de Ignacio López de Ayala, Madrid, 1782.

Primera edición de la 'Historia de Gibraltar', de Ignacio López de Ayala, Madrid, 1782.

Desde mediados del siglo XVIII se estaban alzando voces en la comarca contra del proceso de deforestación que estaba sufriendo el bosque. En la sesión del Ayuntamiento de Algeciras, celebrada el 9 de agosto del año 1756 -tan solo nueve meses después de su segregación de San Roque-, uno de los regidores hizo referencia a la conservación de los montes comprendidos en su jurisdicción que estaban amenazados de total ruina, no solo por las licencias que concedían los jueces para hacer carbón, sino también por las repetidas talas que se ejecutaban por los asentistas de la plaza de Ceuta con el pretexto de hacer leña y carbón para aquel presidio, acordándose solicitar a Su Majestad la prohibición de hacer cortas de leña en los montes de esta jurisdicción ni aún para Ceuta.

El 21 de noviembre de 1732 el Ayuntamiento de Castellar recibió una notificación, enviada por el Comandante General del Campo de Gibraltar, comunicándole las arrobas de leña que la villa debía enviar para los ejércitos que estaban en la línea con Gibraltar. En la nota aparecía el número de arrobas que, tanto Castellar, como San Roque, Jimena, Los Barrios y Algeciras tenían que enviar cada día, cuyo total ascendía a sesenta y tres arrobas. En 1777, el viajero Francis Carter, en su libro asegura que la barra del río Palmones impedía la entrada a los barcos, excepto a los barcos pequeños que van a cargar carbón con destino a Cádiz.

Reproducción de las baterías flotantes ideadas por el francés D'Arçon, algunas construidas en Cádiz y otras en los astilleros de Algeciras en el año 1782. Reproducción de las baterías flotantes ideadas por el francés D'Arçon, algunas construidas en Cádiz y otras en los astilleros de Algeciras en el año 1782.

Reproducción de las baterías flotantes ideadas por el francés D'Arçon, algunas construidas en Cádiz y otras en los astilleros de Algeciras en el año 1782.

Durante los años que estuvieron en funcionamiento las Reales Fábricas de Artillería y Munición de Jimena, se sacó gran cantidad de leña de los montes de Castellar para las citadas fábricas. En el año 1770, don Pedro Varela, Capitán y Gobernador de dichas fábricas, mandó un escrito al Ayuntamiento de Castellar para que no cortasen leña ni sacasen carbón del término, pues se necesitaba para las fábricas que estaban bajo su dirección.

La saca de madera de los bosques de la comarca con destino a la construcción naval (documentada, como se ha dicho, desde mediados del siglo XVI) se prolongó hasta los primeros años del siglo XIX. El 6 de febrero de 1804 -según consta en un documento conservado en el Archivo de Protocolos Notariales de Algeciras-, se remató la concesión de apertura de carriles y acarreo de maderas para la construcción de navíos de la Armada, desde Jimena hasta el río Palmones, donde se embarcaban para ser transportadas al arsenal gaditano de La Carraca. Cuatro años más tarde se otorgó la concesión de acarreo de maderas hasta el citado río, por cuenta de la Real Hacienda, a don Francisco Sevilla, por el precio de 2 reales y 12 maravedíes el codo cúbico. El capitán de navío de la Real Armada don Manuel Romero estaba comisionado para supervisar la corta de madera y aprobar las condiciones de la apertura de los carriles a don Juan José Galán. Éste se comprometía a transportar la madera desde la Majada de la Balsa (en Jimena) hasta la laguna de las Aneas, en el río Palmones, y a depositar una fianza de 20.000 reales para asegurar que cumpliría lo estipulado en el contrato.

Cuando, en 1845, Pascual Madoz publicó su documentadísima obra Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar, incluyó un detallado estudio de las especies arbóreas existentes en la comarca, concluyendo que el alcornoque ocupaba el 71 % de la superficie arbolada (predominando en Castellar, Jimena y Tarifa), las encinas el 14 %, los quejigos el 7 % y el resto constituido por álamos negros, alisos, fresnos y pinos. La preponderancia del alcornoque explica la importancia que tendría, en la segunda mitad del siglo XIX y principios del XX, la ubicación en la comarca de fábricas de corcho, sobre todo, catalanas, y su exportación a través del puerto de Algeciras.

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