Desde muy pequeño Julio Cardeñosa destacó por su habilidad para la práctica del fútbol. Creció y se formó en las categorías inferiores del Valladolid hasta llegar al primer equipo desde donde sería traspasado al Betis. Pronto se convirtió en un elemento imprescindible para los de Heliópolis. Jugaba de interior izquierda destacando por su habilidad técnica, su toque de balón y su preclara visión del juego. Su único hándicap, en un tiempo en que imperaba el fútbol de contacto y de choque, era su escasa constitución física (bajito y delgado, todos le conocían por el apodo de El Flaco). Debutó con la selección española en un decisivo partido celebrado en Belgrado donde el equipo nacional se jugaba la clasificación para el Mundial de Argentina de 1978 frente a Yugoslavia. Fue un encuentro bronco y violento con todo el estadio -y el país- predispuesto contra España por la recomendación del Mariscal Tito. A pesar de todo España ganó aquel partido (1-0) con gol de Rubén Cano tras un primoroso pase de Cardeñosa cuando la pelota ya casi se perdía por la línea de fondo. Juanito -el delantero del Madrid- tuvo la ocurrencia de hacerle un chulesco gesto a la afición -mostrándoles el pulgar hacia abajo- cuando era sustituido. El resultado que obtuvo fue una conmoción cerebral provocada por un botellazo lanzado desde la grada. Una vez ganada la plaza la selección de Kubala emprendió una esperpéntica andadura por Argentina. La federación al objeto de minimizar gastos los alojó en La Martona, una hacienda en construcción situada en medio de la nada donde los jugadores pasaban frío, se mojaban y malcomían. Una residencia más propia para una película de terror que para concentrar deportistas. En la fase de grupos España quedó encuadrada con Austria, Brasil y Suecia. Perdieron contra la Austria de Hansi Krankl (el sustituto de Cruyff en el Barcelona) y el encuentro ante Brasil era vital para pasar de ronda. El partido transcurría aburrido y sin ocasiones de gol para ninguno de los dos equipos (muy parecido a los que ha jugado España en Catar), hasta que cerca del final en un centro al área, Santillana le disputa el despeje al guardameta Leao y el balón cae mansamente en el centro del área chica brasileña a los pies de un desmarcado y sorprendido Cardeñosa que, a portería vacía, solo debía empujarlo para hacer el gol. Sin embargo, dudó, se entretuvo y cuando al final chutó lo hizo flojo y al centro, donde un defensa -Amaral- pudo interceptar el tiro. Cardeñosa, estupefacto, se golpeaba los muslos con las manos. Mientras España entera se tiraba de los pelos ante los televisores, el silencio de sus compañeros le rompió el alma. Ese error marcaría para siempre su trayectoria futbolística, al punto de que cada cuatro años se suele recordar aquél trágico instante que nos echó del Mundial de Argentina.

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